Cuando Barack Obama ofreció el martes pasado su último gran discurso a la nación, trató de cerrar el círculo con el eslogan de esperanza con el que llegó al Despacho Oval hace ocho años. “Sí se puede. Sí pudimos”, dijo. En los días previos al inminente traspaso de poderes que culmina el viernes en Washington, no obstante, el 44° presidente de Estados Unidos está intentando ir más allá de la oratoria.

Cinco días antes del discurso en Chicago, la Casa Blanca publicó 27 “memorandos de salida” que Obama había encargado a otros tantos organismos de su gabinete, documentos que recogen retos pendientes pero, sobre todo, avances conseguidos. Y en materia de política nacional, pese a las críticas de los republicanos, un descontento innegable de la parte de la población que ha determinado que le dé el relevo alguien tan antagónico como Donald Trump y la decepción o insatisfacción que expresan algunos en la izquierda, Obama se marcha con más activos que pasivos en su haber.

LA PRIORIDAD ECONÓMICA

Estabilizar una economía que recibió al borde del colapso fue la prioridad cuando llegó a la presidencia. Puso su firma en la ley americana de recuperación y reinversión, un paquete de estímulos de casi 800.000 millones de dólares (incluyendo un tercio en recortes de impuestos). Lo combinó con el apoyo a las políticas extraordinarias de la Reserva Federal y con el rescate del sector automovilístico, evitando una segunda Gran Depresión. E impulsó una reforma del sector bancario y financiero con la ley Dodd-Frank, que ha tratado de poner freno a algunos de los excesos y peligros que dieron pie a la crisis.

La recuperación que siguió ha sido anémica según muchos parámetros, con una media de crecimiento del 2,1%. Como demuestran muchos de los votos a Trump, muchos estadounidenses no llegaron a sentirla. Aunque puede presumir de haber recortado a la mitad el déficit, bajo sus mandatos la deuda se ha disparado hasta los 20 billones de dólares. No ha logrado tampoco atajar el problema global de la creciente desigualdad. Pero un presidente que llegó a la Casa Blanca cuando se estaban perdiendo hasta 800.000 empleos al mes y con un 7,8% de tasa de paro (que ascendería hasta el 10%) se marcha con ese índice en el 4,7% y con 75 meses consecutivos de creación de empleo, en los que han nacido 15,8 millones de puestos de trabajo(aunque la participación en la masa laboral ha caído hasta el 62,8%).

LA REFORMA SANITARIA

Fue con las políticas económicas ya encaminadas cuando Obama se lanzó a otra de sus grandes aspiraciones: la reforma del sistema sanitario. Aunque usó para su propuesta algunos elementos quethink tanks conservadores llevaban años propugnando, fue uno de los esfuerzos que más han alimentado la polarización política (intensificada desde entonces). Fue también uno de los que demostraron los costes para el presidente de no usar la mano dura con su propio partido y la falta de radicalidad en sus métodos para intentar sacar adelante las propuestas más radicales.

En cualquier caso, Obama logró que se aprobara y Obamacare, pese a ser una norma descafeinada, puso fin a algunos abusos de las aseguradoras. Pese a no lograr solucionar el problema de los costes médicos, ha dado cobertura sanitaria a 20 millones de estadounidenses (aunque otros 28 millones siguen sin ningún seguro). Su futuro, no obstante, está ahora en manos de un presidente y de un Congreso controlado por los republicanos empeñados en destruirla.

OTRAS HUELLAS

Las huellas de Obama en su país son muchas más, también salpicadas de luces y sombras. Se le considera el primer presidente medioambiental: ha usado el poder ejecutivo para impulsar normas que marcan cómo se produce y consume energía, y bajo su mandato EEUU ha reducido un 12% las emisiones. Aunque no consiguió reformar las leyes de inmigración y ha deportado a cerca de tres millones de personas, también con órdenes ejecutivas ha dado pasos hacia la regularización de algunas, incluyendo 800.000 hijos de inmigrantes que llegaron sin papeles. Y durante sus dos mandatos el país ha avanzado en cuestiones de igualdad, tanto en temas de género como de derechos de la comunidad LGTB.

El primer presidente negro de EEUU ha quedado muy lejos de contentar a los activistas por la justicia racial, pero ha promovido cambios en educación y ha impulsado esfuerzos para reformar el sistema de justicia penal, pasos que pueden haber sembrado una semilla de avances y crean también un modelo para autoridades estatales y locales.

En su pasivo quedan, destacados, los esfuerzos inútiles por reforzar las leyes de control de armas, pese a la ola creciente de apoyo ciudadano a esas medidas tras las peores matanzas en la historia del país. Y también se marcha habiendo fracasado estrepitosamente en sus aspiraciones de alejar del feroz partidismo a Washington y a todo el país.

Buena parte del legado de Obama ahora queda en manos de Trump. Pero algunos, como el periodista Jonathan Chait, que acaba de publicar un libro sobre esa herencia política titulado Audacia, creen que hagan lo que hagan el impredecible outsider de la política o los republicanos en el Congreso, el 44º ocupante de la Casa Blanca ya ha dejado algo que no le podrán quitar, una presidencia que ve como “la aplicación cuidadosa y paciente de los poderes del cargo que recompensaron en formas a menudo no evidentes en la superficie, un juego a largo plazo con objetivos audaces y una valiente voluntad de soportar los costes a corto plazo para conseguirlos”.