La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, fue la primera dirigente europea en dejar claro que una Turquía con pena de muerte no tiene cabina en la Unión Europea y este martes ha sido el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien ha despejado cualquier atisbo de duda que todavía pudiera quedar en el bando del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Si Turquía llegara a reintroducir la pena de muerte supondría el fin “inmediato” de las negociaciones de adhesión.

El castigo desapareció del código penal turco en el año 2004, en respuesta a las negociaciones de adhesión a la Unión Europea cuyos seis primeros capítulos no se abrieron hasta un año más tarde, casi dos décadas después de que Turquía presentara formalmente -lo hizo en 1987- su solicitud de adhesión al club europeo. El proceso desde entonces ha estado plagado de ultimátums, bloqueos, continuos reproches y mucha preocupación por los retrocesos en materia de libertades y derechos humanos.

La última advertencia, aunque sin demasiada firmeza, se producía la semana pasada tras el cese por parte del gobierno de Erdogan de más de 60.000 funcionarios y la declaración del estado de emergencia, en respuesta al intento de golpe de estado del 15 de julio. A juicio de Juncker, según ha explicado esta mañana en una entrevista con la cadena francesa France 2, “Turquía, en su estado actual, no está en posición de convertirse en miembro a corto plazo y ni siquiera en un período más largo”.