La vida de una decena de pueblos de los Apeninos italianos, ubicados en las regiones de Lazio, Las Marcas y Umbría, se paró a las 3.36 horas de la madrugada de ayer miércoles, a causa de un seísmo de 6 grados en la escala Ritcher ocurrido en el centro de Italia, que ha provocado 247 muertos, dos centenares de desaparecidos y 400 heridos, según el recuento, aún parcial, difundido hoy jueves por las autoridades italianas. Un escenario apocalíptico al que se suman un número todavía desconocido de casas y edificios destruidos, centenares de desaparecidos y, al menos, 1.500 desplazados.

Estos últimos se han visto obligados a abandonar sus hogares de la noche a la mañana e instalarse en casas de familiares y amigos, o en los campamentos organizados por la Protección Civil de Italia. La geología de la zona, algunos puentes caídos y la tipología de las construcciones de la zona -edificios antiguos construidos sobre barrancos- han hecho más difíciles las labores de rescate de los socorristas, algunos de los cuales han tenido que escarbar manualmente entre los escombros para no provocar otros derrumbes. La mayoría de los heridos fueron traslados a los hospitales de Rieti y de Ascoli Piceno, las ciudades más cercanas.

Amatrice, situada en la región de Las Marcas y considerada uno de los pueblos más bellos de los Apeninos, ha sido uno de los más afectados por el mortífero terremoto. "La mitad de la localidad ya no existe, la gente está bajo los escombros", ha dicho su alcalde, Sergio Pirozzi. En el escenario de la tragedia, a través de los edificios, se veían camas cubiertas con restos de tejas, ladrillos y mesas de comedor repletas de maderas. Además, se ha desplomado la fachada de la basílica de San Francisco, construida en el siglo II, el Museo Cívico, y también resultó afectada de gravedad la iglesia de San Agostino, levantada en 1428.

TURISTAS Y FAMILIARES BAJO LOS ESCOMBROS

Otro de los grandes golpeados por el temblor de tierra y sus sucesivas réplicas --que continuaron durante toda la jornada-- ha sido el diminuto pueblo de Pescara del Tronto, donde los socorristas buscaron durante todo el día con desesperación -y cada vez menos esperanza- a un centenar de personas, muchas de ellas turistas y familiares de los residentes de visita en el lugar. En cambio, dos niños, de 4 y 7 años, fueron encontrados con vida tras permanecer algunas horas bajo los escombros. "Un terremoto así no lo sentía desde hace décadas'", afirmó Ileana, una habitante, que se salvó pues estaba en otro pueblo con su novio.

Paradójicamente, a pesar de ser uno de los más cercanos al epicentro del terremoto, también amaneció derruido el pueblo de Accumuli, aunque en menor medida en comparación con los anteriores. Allí se encontraban a medio caer todos los edificios de la plaza central, incluso el que hospedaba a la célula local de los Carabinieri, mientras que unas botellas dejadas sobre las mesas de un café desprendían muerte y un abandono precipitado. "La verdadera pesadilla fue cuando nos dimos cuenta que las puertas no se abrían", ha explicado a este diario Marco Cecchini, un empresario de 61 años, quien, a mitad jornada, era uno de los pocos que no había sido evacuado del lugar.

Como ya ocurrió con el terremoto de L'Aquila, en el que en 2009 perdieron la vida más de 300 personas, durante todo el día se produjeron polémicas sobre los rescates y la falta de previsión de la catástrofe. La novedad fue que, en este caso, los geólogos italianos también apuntaron el dedo contra los ciudadanos. "Al menos 24 millones de italianos viven en áreas de elevado riesgo sísmico. Pero entre el 20% y 50% de los fallecimientos ocurren por errores durante los terremotos", dijo Francesco Peduto, presidente del Consejo Nacional de los Geólogos Italianos. "Llevamos años diciendo que en Italia falta cultura y prevención", añadió.

"Italia es hoy una familia golpeada, pero que no se detiene", respondió, por su parte, Renzi, durante una conferencia desde Rieti.

Así y todo, el sistema de emergencia de Protección Civil, del Ejército italiano, de la Policía y de los Bomberos, se puso en marcha a primeras horas de la madrugada, así como fueron muchísimos los voluntarios que ofrecieron su ayuda. Tanto que, desde la mañana, las radios italianas transmitieron la información de que no era necesario acudir a los sitios del desastre para donar sangre, sino que los interesados podían hacerlo en sus ciudades de residencia. Algo que no impidió que muchos hospitales de la zona se vieran al borde del colapso, algunos también a causa de los daños sufridos durante el seísmo.

Mientras, los desplazados se reunían en las localidades menos golpeadas, en los campos y en los jardines, muchos de ellos encerrándose en sus coches junto con todas sus pertenencias. Algunas familias se hacían cargo de hijos de vecinos y parientes, en tanto los adultos escondían sus impotentes lágrimas. Esto pues, esta vez, fue la naturaleza el verdugo más cruel, en esta zona donde lo tenía más fácil, pues convergen dos inquietas placas tectónicas: la Africana y la Euroasiática.