El negacionismo del cambio climático que domina en la Administración de Donald Trump y está guiando sus políticas enfrenta otra prueba de fuego. La Casa Blanca ha recibido y está analizando un informe elaborado por científicos del propio gobierno en el que no solo se asegura que el calentamiento global es real y está teniendo claros efectos nocivos ya, sino que atribuye a la actividad humana la principal responsabilidad en esos cambios, algo que han cuestionado numerosos altos cargos del ejecutivo, incluyendo el presidente. Diversos medios han tenido acceso, gracias a filtraciones, a borradores y varios científicos, principalmente desde el anonimato, han mostrado su temor a que la Administración suprima o intente alterar el documento.

El ‘Informe Especial de Ciencia Climática’ forma parte de la Evaluación Nacional del Clima, un análisis que se estableció por ley en 1990 y que, en principio, se debe realizar cada cuatro años. En su preparación han participado científicos de 13 agencias federales, así como otros seleccionados por el gobierno en laboratorios nacionales, universidades y el sector privado. Citando “miles de estudios realizados por decenas de miles de investigadores” que han constatado los cambios, dan por demostrado que “las actividades humanas, especialmente las emisiones de gases de efecto invernadero, son principales responsables de cambio climático observado recientemente”. Aseguran también que “no hay explicaciones alternativas apoyadas en pruebas creíbles” y descartan que la “variabilidad natural pueda responder por la cantidad de calentamiento global registrado en la era industrial”.

El miedo

Aunque ese sea el consenso científico global no es la idea predominante en la Administración Trump, plagada de negacionistas en cargos de responsabilidad como la dirección de la Agencia de Protección Ambiental (Scott Pruitt) o del Departamento de Energía (Rick Perry), que está desmontando el legado en materia de protección medioambiental de Barack Obama y que ha decidido sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París. Por eso se miran con expectación y, también, temor los siguientes pasos.

El científico de la Universidad de Illinois Donald Wuebbles, que ha participado en la elaboración del documento, le decía hace unos días a la revista ‘Nature’ que “no se puede permitir que se haga rehén a la ciencia”. Y en ‘The Washington Post’ el profesor Michael Oppenheimer, de Princeton, aseguraba que lo que ocurra con el documento “será la prueba de fuego de si la Administración Trump está abierta a oír la verdad científica sobre cambio climático o está tan presa de los intereses de los combustibles fósiles que se obceca en esconder la realidad a la ciudadanía”.

Hay otros elementos que dan miedo a los científicos y expertos. Trump aún no ha nombrado a su asesor científico en la Casa Blanca, donde la Oficina de Política de Ciencia y Tecnología ha pasado de tener 130 funcionarios a 35. En la EPA, además, el negacionista Pruitt baraja la posibilidad de crear equipos contrapuestos para revisar informes como este, y en el proceso de buscar integrantes está teniendo ayuda de un laboratorio de ideas que promueve el escepticismo sobre cambio climático, el Heartland Institute.

El de Trump no sería el primer gobierno republicano que pone trabas a este proceso. Después de que con Bill Clinton se emitiera en el año 2000 la primera Evaluación Nacional del Clima, la Administración de George Bush se negó a usar sus conclusiones y tampoco preparó la siguiente evaluación (lo que provocó demandas en los tribunales, que el gobierno perdió). Y no fue hasta que Obama llegó a la Casa Blanca cuando se emitieron las dos Evaluaciones siguientes, en 2009 y 2014.

Peligrosos juegos de palabras

No faltan pruebas que demuestran la campaña de la Administración Trump contra la ciencia. La última la ha aportado 'The Guardian', que se ha hecho con instrucciones enviadas a personal del Departamento de Agricultura para que supriman determinado lenguaje. En una serie de correos electrónicos se instruye a los funcionarios, por ejemplo, a evitar el término “cambio climático” y usar, en su lugar, “extremos meteorológicos”. Asimismo, se insta a usar “resiliencia a extremos meteorológicos o acontecimientos meteorológicos extremos” en vez de “adaptación al cambio climático”. También se pone en la diana la “reducción de gases de efecto invernadero”, la principal causa humana del calentamiento global, y se proponen alternativas como “incrementar la eficiencia de uso de nutrientes”.