Hijos y familiares de represores de la última dictadura argentina quieren declarar en contra de sus padres en los juicios pendientes por violaciones a los derechos humanos perpetradas entre 1976 y 1983. Para que eso sea posible necesario modificar los artículos 178 y 242 del Código Procesal Penal. El Congreso argentino tiene en sus manos un proyecto de ley que facilitaría esos cambios.

Una iniciativa de esta naturaleza parece ir contracorriente de la actual Argentina, gobernada por una coalición de centro derecha. Pero los familiares de los represeros no se rinden. “Hemos tenido la posibilidad de ser conscientes de la gravedad de los delitos de lesa humanidad cometidos por nuestros padres y estas prohibiciones legales restringen arbitrariamente las posibilidades de contribuir a la justicia y de cumplir con nuestros deberes cívicos”, señala el documento presentado en la cámara de Diputados. Lo ha escrito Pablo Verna, integrante del colectivo Historias Desobedientes y con Faltas de Ortografía, que reúne a hijos de represores que crecieron en medio de un “mandato de silencio”.

Verna es hijo de un médico del Ejército. El doctor Julio Verna inyectó pentotal a opositores de la dictadura que fueron arrojados al mar en los vuelos de la muerte. Al descubrirlo, el hijo rompió las relaciones con su padre. Pero el Código Procesal Penal no le permite decir lo que sabe en una causa por secuestros y desapariciones. El texto que redacto en nombre de otros hijos y familiares en las mismas condiciones propone que los artículos 178 y 242 no rijan “para los casos en que el o los delitos denunciados sean de genocidio, de lesa humanidad y/o crímenes de guerra contemplados en los artículos 6°, 7° y 8° del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y en los tratados internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional”.

Analía Kalinec, hija de Eduardo Kalinec, conocido por los sobrevivientes del campo de concentración ABo como “Doctor K” participa también activamente en esta propuesta que deberían de promover los diputados. Ella cortó vínculos con su padre desde el momento en que “tomo conciencia” de lo ocurrido. “Es muy duro saber que mi papá empuñaba una picana con las mismas manos con las que me tocaba. Y que la misma voz que me sigue diciendo que me quiere es la misma que dio orden de muerte y de tortura”, se preguntó ella tiempo atrás. Esas dudas se reactualizan constantemente y por eso cree que la posibilidad de testimoniar ante los tribunales es una manera de comenzar a encontrar respuestas. “Queremos que la ley nos deje declarar a favor de la memoria, la verdad y la justicia”, señaló.

La abogada Erika Lederer, hija de Ricardo Lederer, quien fue segundo jefe de la maternidad clandestina del Hospital Militar de Campo de Mayo, que sustraía los hijos a las madres desaparecidas, alzó su voz cuando no pudo tolerar más el peso del linaje. Y a su vez habló por otros. Su impulso contribuyó a la creación del colectivo Historias Desobedientes y con Faltas de Ortografía. “Los hijos de genocidas que no avalamos jamás sus delitos, esos que gritamos en sus caras las palabras ‘asesino’ y ‘memoria, verdad y justicia’, por pocos que seamos, podríamos juntarnos para aportar datos que hagan a la construcción de la memoria colectiva”.

Mirar a los ojos

Cuando hizo público su mensaje en Facebook empezaron a acercarse otros y otras como ella. Kalinec lo resume de este modo: “nos vemos hermanadas en un padre genocida que nos lastima y nos obliga a reconstruirnos. No elegimos la negación, ni el silencio, ni la complicidad. Elegimos levantar la cabeza y poder mirar a los ojos a nuestros hijos, a nuestras madres y a nuestras abuelas. Elegimos enfrentar la verdad por más dolorosa que sea. Elegimos la Memoria, la Verdad y la Justicia”.

En este contexto de reelaboración del pasado familiar, Mariana, hija del excomisario Miguel Etchecolatz, uno de los policías bonaerenses más sanguinarios, actualmente en prisión, decidió dar la cara y marchar junto con los organismos humanitarios contra una tentativa de beneficiar con la reducción de penas a los represores. A ellos les pesa la historia y los nombres que llevan. A pesar de semejante carga, Lederer se resiste a cambiar su apellido. “Decidí hacerme cargo de la mierda que me tocó”. Lo que quieren, en definitiva, es declarar ante la justicia.