Un periodista griego definía este martes por la tarde el pulso entre dirigentes europeos y dirigentes políticos del Ejecutivo de Syriza como una partida de póker, en la que ambas partes intentan esconder al contrario sus miedos e incertidumbres, para poder llegar al domingo --día en que los griegos deberán pronunciarse en las urnas-- en posición de fortaleza aparente ante el electorado y como la opción con mejores cartas.

Pocas horas antes de materializarse el impago en el vencimiento de un préstamo contraído con el Fondo Monetario Internacional por valor de 1.600 millones de euros, los ministros europeos de Finanzas rechazaron la petición de Atenas de un nuevo rescate (sería ya el tercero). La propuesta que incluía un préstamo de 29.000 millones de euros durante un plazo de dos años concedido por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para garantizar exclusivamente los pagos de la deuda hasta el 2017, una «reestructuración» de la deuda contraída con el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y una «prórroga» de unos días del segundo programa de rescate, que expiraba a medianoche.

LA RESPUESTA ES 'NO'

La reunión del Eurogrupo acabó antes de las nueve de la noche con un 'no' al planteamiento griego. El mensaje a Atenas se basa en dos puntos: por un lado, no se puede hablar de ningún nuevo programa de rescate antes de la celebración de la consulta electoral del domingo, y por otro, la «actitud del Gobierno griego», en palabras del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, debía «cambiar». Pero el diálogo se ha restablecido y sigue. Los titulares de Finanzas tienen previsto celebrar una nueva reunión este miércoles por la mañana para estudiar una nueva propuesta modificada.

La petición griega se materializó mediante una carta firmada por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y dirigida a Dijsselbloem, al MEDE y con copia al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Tsipras concluyó su misiva reafirmando el compromiso de su país de «pagar su deuda externa», aunque puntualizando que lo quería hacer «de manera que se asegure el crecimiento y la cohesión social». Según algunas fuentes citadas por la agencia Reuters, el propio ministro de Finanzas griego, Yannis Varoufakis, habría puesto sobre la mesa incluso la cancelación de la consulta del domingo.

La cancillera alemana, Angela Merkel, se había encargado, desde Berlín, de marcar las líneas maestras de la respuesta, aguando toda esperanza de un acuerdo 'in extremis' que evitara el impago al FMI, efectivo en la medianoche de este martes. La jefa del Gobierno alemán declaró que antes de la consulta del domingo, Berlín no discutiría ninguna nueva demanda de ayuda.

ELEMENTOS DE LA PROPUESTA

La contrapropuesta griega tenía elementos que podían resultar del agrado de los socios europeos. Al comprometerse a dedicar el hipotético nuevo préstamo a pagar los vencimientos de la deuda en los dos próximos años y no a financiar programas sociales o pagos de pensiones, el Gobierno griego se estaba comprometiendo a tener un superávit primario presupuestario, lo que indirectamente significaba implicarse en políticas de austeridad.

Sin embargo, la misiva contenía la palabra «reestructuración» de la deuda, algo que hasta ahora apenas se ha abordado en las conversaciones. Los acreedores están de acuerdo en una «reperfilación» de la deuda, es decir, fijar nuevos plazos de pago. La palabra «reestructuración» podría implicar que parte de la misma, que asciende a un 180% del PIB, podría ser parcialmente eliminada o reducidos sus intereses, un elemento difícil de aceptar por algunos países.

Grecia sostiene que el referéndum del domingo no versa sobre una salida del euro, sino sobre los términos del rescate, y que no existe ningún mecanismo previsto para expulsar a un país de la moneda única. Por esta razón, YanisVaroufakis, ministro de Finanzas griego, amenazó con ir a los tribunales.