La fiscalía ha pedido 30 años de cárcel para la expresidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, en el juicio del mayor escándalo de corrupción del país. Las expectativas son sombrías para la expresidenta, que ha defendido con ahínco su inocencia y se ha negado a colaborar en el proceso. Park fue destituida en marzo de su cargo después de meses de protestas callejeras por el conocido caso de la 'Rasputina' y es más que probable que se convierta en la tercera ocupante de la Casa Azul que termina entre rejas.

Sobre la política conservadora pesan cargos de soborno, abuso de poder y coerción. La fiscalía fue clara sobre el alcance de unos hechos que afectaron al andamiaje económico y político de la nación y ocuparon las portadas del mundo el pasado año. “La acusada destruyó los sueños y la esperanza de la gente y el incidente dejó una cicatriz permanente en la historia surcoreana”, ha asegurado el fiscal Han Dong-hoon. “Un castigo severo del tribunal es necesario para enviar un mensaje al público y a los políticos de que esta historia trágica no puede repetirse”, ha añadido.

Pagos 'voluntarios'

Park, en su línea seguida durante el proceso, no atendió a la audiencia, donde también se solicitó una multa de 118.500 millones de won (89 millones de euros). A la expresidenta le ofendió que la justicia prorrogara la cárcel preventiva y su tenaz boicot al procedimiento provocó el cese en cascada de sus primeros abogados. Su tesis de defensa consiste en aludir a los pagos de las empresas como la consuetudinaria vía para engrasar amistades pero sin esperar nada tangible a cambio. Las ayudas, pues, habrían sido voluntarias.

Es dudoso que este tribunal trague con las explicaciones que ya rechazó el que en Navidades condenó a 20 años a la tenebrosa muñidora de la trama más inverosímil que se recuerda. La severidad de la sentencia de Choi Soon-sil, más conocida como 'la Rasputina', desaconseja el optimismo de Park. El tribunal la condenó por abuso de poder y otros ocho delitos al considerar probado que se aprovechó de sus “viejos vínculos” con la presidenta para obligar a una cincuentena de compañías a donar fondos a sus fundaciones.

Dirigente en la sombra

Choi, sin cargo ni oficina conocidos, dictó a Park las directrices que iban desde su vestuario a cuestiones trascendentales como la política con Corea del Norte. El examen de los ordenadores de Choi por una cadena de televisión nacional demostró que corrigió y supervisó importantes discursos presidenciales y recibía informes clasificados. Otros medios aseguran que estaba detrás de políticas económicas, de defensa y diplomáticas. Los vínculos germinaron en una maquinaria para ordeñar a las compañías locales a cambio de favores gubernamentales. El escándalo ha salpicado al fondo de pensiones y a los grandes conglomerados empresariales que sustentan la economía nacional.

La abigarrada y traumática biografía de Park tendrá un previsible colofón carcelario. Es hija de Park Chung-hee, que las diferentes versiones definen como el responsable de la milagrosa reconstrucción y modernización de un país devastado por la guerra o como un dictador que aplastó cualquier brizna disidente. La presidenta, que vio los asesinatos de ambos padres, se convertiría décadas después en la primera mujer que ocupaba el cargo en un país profundamente machista.