Aun en la ruina económica, los griegos mantienen su espíritu solidario. La semana pasada, una pareja residente en Evropos, a media hora en coche de Idomeni, decidió acoger a dos familias enteras de refugiados. Dimitris Spiridis, cocinero en paro, se prestó a ello al ver con sus propios ojos las penurias del campo. Acudía con una inmensa bolsa de cruasanes para repartir, pero decidió que debía hacer algo más para ayudar.

“Había lluvia y niebla. Lo único que podías oír a las ocho de la mañana eran lágrimas y tosidos”, explica a Reuters. “Todas las tiendas estaban mojadas, sus ropas, empapadas. Barro, humedad y lágrimas, nada más. ¿Somos o no somos cristianos?”, se preguntó.

Dimitris, de 50 años, trabajaba de cocinero en Suiza y regresó hace cinco años a Grecia, donde, como otros muchos en un país en profunda crisis, fue incapaz de hallar empleo, y ayuda en lo que puede en la panadería familiar. Él y su mujer, Maria, acogen ahora a una familia siria en un pequeño ático de su casa, y otra familia con tres niños viven en su dormitorio. La pareja duerme en el sofá del comedor. Spiridis dice que alojarán a las familias todo el tiempo que sea necesario. “Todos estamos viviendo juntos en la planta baja. Somos una gran familia, 22 personas en total. Está bien”, afirma.