Las banderas negras entre las ruinas humeantes de la ciudad filipina de Marawi simbolizan la huella del Estado Islámico (EI) en el sudeste asiático. En los días posteriores al atentado de Manchester se acumularon también los ataques en Asia, arrinconados a los arcenes mediáticos. La explosión provocada por un suicida en una estación de autobuses de Jakarta (Indonesia) dejó tres policías muertos y la fragorosa batalla entre Ejército y militantes en Marawi ha causado ya casi 200 muertos (diez veces más que el atentado de Manchester) entre civiles, miembros de las fuerzas de seguridad y militantes. El alto número de desaparecidos, los dramas que describen los huidos y las decenas de rehenes que mantienen los yihadistas auguran un número mucho mayor. Además, el EI se ha atribuido el ataque contra un complejo hotelero en Manila en el curso del cual murieron 37 personas, aunque la policía mantiene que no hay indicios de que se trate de un atentado terrorista.

La presencia de activistas vinculados al EI aumenta en Filipinas, Malasia, Singapur o Indonesia. Los expertos creen que sólo es cuestión de tiempo que declare un estado o wilayah en el sudeste asiático como ocurrió en Libia y Arabia Saudí. Indonesia, el país con más musulmanes del mundo, ejemplifica la deriva: un país que había caracterizado por la convivencia armónica encarceló recientemente por blasfemias contra el Corán a Ahok, gobernador cristiano de Jakarta, mientras los radicales exigían en las calles suinmediata ejecución.

DESCENTRALIZACIÓN DEL EI

Al inquietante caldo de cultivo se añade el retroceso del EI enOriente Próximo y su consiguiente descentralización y refugio en zonas alejadas de los bombardeos occidentales. La influencia del ISIS se ha extendido en el sudeste asiático en los últimos años. Una sesentena de grupos ha prometido obediencia al autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi, según cálculos del Centro de Investigación Terrorista y Violencia Política de Singapur. El EI ha formado la llamada Brigada de Inmigrantes para organizar y entrenar a los militantes del sudeste asiático. Basta que un voluntario de terrorista malasio desembolse el equivalente de uncentenar de euros para que el EI le traslade a Filipinas con un arma de regalo, según una investigación del pasado año. La yihad al alcance de cualquier bolsillo.

Un vídeo viral del pasado año certifica el viraje hacia el sudeste asiático. Un militante barbilampiño malasio aconseja a los yihaidistas de la zona viajar hacia Filipinas si no pueden alcanzar Oriente Próximo o, si todo falla, hacer la Guerra Santa allá donde estén. Después mata ante las cámaras a tres prisioneros cristianos con la icónica decapitación del EI. El mensaje ha calado en las bolsas integristas del sudeste asiático, que han encontrado de repente un destino más accesible. El grupo extremista que se enfrenta estos días al Ejército filipino pasaría por una convención de la ONU. Hay indonesios, malasios, paquistanís, saudís, chechenos, yemenís, indios, marroquís y turcos. Las anteriores células locales se han transfigurado en bandas internacionales organizadas.

EL EI EXIGE, ELLOS ATENTAN

Los expertos debaten sobre el grado de control que el EI mantiene sobre los grupos del sudeste asiático. Subrayar el vínculo es mutuamente beneficioso: al EI le conviene apropiarse de cualquier atentado cuando pierde fuelle en sus territorios tradicionales y los militantes disfrutan del plus mediático del sello EI que antes otorgaba Al Qaeda. El grado de cercanía no está claro, reconoce Muhammad Haziq Bin Jani, analista de la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam. “Sabemos que han prometido obediencia al EI y quehan recibido alguna financiación. Cuando el ISIS exige ataques a través de sus canales de propaganda, normalmente se produce un atentado terrorista a continuación. Los objetivos y la estrategia también se ajustan a la ideología del EI”, añade.

Los elementos más peligrosos son los miles de integristas que después de haberse bregado en Oriente Próximo regresan a la zona con ansias de seguir su guerra santa y valiosos conocimientos para unos grupúsculos que siempre habían mostrado más voluntad que destreza. El terrorismo islamista en el sudeste asiático crece, se organiza y se internacionaliza cuando los gobiernos aún mantienen una política nacional. El retroceso del EI ha acentuado la amenaza en esta parte del planeta donde los conflictos territoriales y las rivalidades históricas lastran la cooperación transfronteriza de la Unión Europea.

La región es compleja, asume Michael Kugelman, experto del Sudeste Asiático del Centro Woodrow Wilson. Pero Kugelman señala dos factores para el optimismo. “El primero es que la zona cuenta con la ASEAN, una organización regional muy poderosa. Y el segundo es que el terrorismo es uno de los escasos retos aglutinadores porque es una amenaza que afecta a todos. Espero que todos los países del sudeste asiático encuentren vías de cooperación contra la emergente y potencialmente destructiva que supone el EI”, sostiene.