Algo huele muy mal en el Brasil del presidente interino Michel Temer desde el pasado viernes. Es el olor a carne putrefacta. Una investigación policial de dos años concluyó que BRFy JBS, dos de las mayores exportadoras mundiales cárnicas, intentaron junto con otras 17 empresas del sector, cambiar la fecha de caducidad de sus productos y disfrazar la hediondez con químicos.

El escándalo llegó a las narices de la sociedad con múltiples derivaciones políticas y económicas. China, Corea del Sur y Chile suspendieron la importación de carne brasileña. La Comisión Europea pidió a Brasilia que las autoridades tomen medidas con las firmas involucradas, cuyas acciones se desplomaron en la bolsa. Como si quisiera disipar la pestilencia con un gesto, Temer se dejó ver en una “churrasquería” (restaurante cárnico) cortando un trozo durante un encuentro con los embajadores de 33 países importadores. Dijo que el hecho de que 19 frigoríficos sean investigados no puede perjudicar a otros 4.850.

De esta manera, Temer sumó otro incordio a su Gobierno, del que ya se fueron ocho ministros sospechosos de corrupción. El caso, conocido como 'carne débil' o 'carne podrida', ha puesto en el punto de mira al ministro de Justicia y a una de las figuras prominentes del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PDMB), Osmar Serraglio. También roza al titular de Agricultura, Blairo Maggi.

RESES PUTREFACTAS "DESODORIZADAS"

Las empresas JBS y BRF han sido acusadas de sobornar funcionarios e inspectores de Agricultura para autorizar dentro y fuera del país la venta de ganado muerto por dolencias, reses en estado de putrefacción que fueron "desodorizadas" y salchichas rellenas con productos no autorizados.

En un Brasil donde todas las conversaciones se graban, no podía faltar la de Serraglio, miembro del Partido Movimiento Democrático Brasileño, llamando “gran jefe” a Daniel Goncalvez Filho, el superintendente del Ministerio de Agricultura que le dio luz verde a las empresas. Ambas firmas rechazan las acusaciones en su contra.

“Usaban ácidos y otros productos químicos, en algunos casos cancerígenos, para disimular las características físicas del producto podrido y su olor”, explicó Mauricio Moscardi, jefe de la Policía Federal. A su vez le inyectaban agua a la carne para aumentar su peso. Pero, además, Mascardi fue contundente en su análisis de situación: “parte del dinero era revertido para partidos políticos”. Y aunque no dio nombres, sí habló de siglas: PMDB, la agrupación de Temer, y el PP, Partido Progresista.

La potencia del escándalo excede las fronteras porque Brasil es el mayor exportador mundial de carne bovina y pollo, así como el cuarto en carne porcina. El 7% de las exportaciones -unos 12.400 millones de euros- provienen de ese sector ahora cuestionado.

'Carne débil' fue la peor noticia para un presidente cuya legitimidad ha sido puesta en duda desde que sustituyó a Dilma Rousseff tras su controvertida destitución. A las constantes marchas que se realizan bajo la consigna 'Afuera Temer', se ha sumado este caso que el Partido de los Trabajadores (PT) quiere convertir en el Congreso en un arma que acelere la crisis política. El PT, exaliado de Temer, hasta su “traición”, ha iniciado el lunes una campaña en favor de la creación de una Comisión Parlamentaria que investigue las relaciones de Serraglio, el ministro de Agricultura, con las mafias frigoríficas. Todo esto ocurre cuando, según diversos analistas, el bloque que, unido por la necesidad, se cohesionó para desplazar a Rousseff, exhibe grietas tan difíciles de ocultar como el olor que despiden las reses descubiertas.