Paulette Wilson ha vivido durante medio siglo en el Reino Unido. Esta abuela de 61años, que trabajó como cocinera en la Cámara de los Comunes, recibió para su sorpresa una carta del ministerio del Interior británico informándole que se hallaba ilegalmente en el país. Cuando su hija pidió una cita para explicar el error, le respondieron que su madre tenía seis meses para marcharse. En octubre fue conducida al aeropuerto de Heathrow para ser deportada a Jamaica, el país que al que no ha vuelto desde que tenía 10 años. Sólo la intervención del diputado de su circunscripción y la onege con la que colaboraba evitaron in extremis su marcha forzosa.

El caso fue uno de los primeros conocidos del escándalo que sacude al Gobierno británico. Wilson forma parte de la llamada generación Windrush, los ciudadanos de las colonias británicas invitados a instalarse indefinidamente en el Reino Unido entre 1948 y 1971. El país salía de la Segunda Guerra Mundial y necesitaba mano de obra. Windrush fue el primer barco que llegó cargado con gentes de Jamaica, Trinidad y Tobago y otras islas de las Antillas. Se calcula que unos 50.000 ciudadanos pertenecen a esa generación. Ahora se les pide que justifiquen que están legalmente en el Reino Unido.

Sonia Williams llegó al Reino Unido procedente de Barbados con 13 años y lleva cuatro tratando de demostrar que es británica. Como otros en sus circunstancias cuando recibió una notificación advirtiéndole que era una inmigrante ilegal pensó que se trataba de un error. Ha perdido todos los derechos. “No puedo conducir, trabajar, pedir beneficios, no puedo hacer nada”, declaró al diario The Guardian.

Anthony Bryan es un pintor y decorador que después de medio siglo en el Reino Unido fue detenido y ha estado dos veces a punto de ser deportado a Jamaica. Con el billete de avión en la mano, la llamada de su mujer a un abogado impidió su expulsión, pero se ha quedado sin trabajo. “Tengo mis expedientes de la escuela primaria, a la que fui aquí y de la escuela secundaria. También tengo mi número de la seguridad social que no se puede falsificar. Es una pesadilla”. A los pillados en esta situación kafkiana se les piden pruebas de su llegada al país, pero fue el propio ministerio del Interior el que destruyó en el 2010 miles de documentos con los registros precisamente de estos inmigrantes caribeños, acreditando que habían entrado antes del 1971.

La actual pesadilla es el fruto de la política populista de acoso y hostilidad contra la inmigración que se vive en el Reino Unido. Esa política, dejando claro que los extranjeros no son bienvenidos, arrancó con el gobierno conservador de David Cameron en el 2010. Theresa May era y fue durante los años posteriores ministra del interior. La obsesión por reducir a toda costa el número de inmigrantes llevó no sólo a la persecución de los ilegales. Se redujeron los visados a estudiantes extranjeros y los permisos de trabajo. Ahora el temor se extiende al futuro de los ciudadanos europeos tras el ‘brexit’.

Perdón de la ministra

El lunes la ministra el Interior, Amber Rudd, pidió perdón en la Cámara de los Comunes. “Es un día vergonzoso para nuestra historia”, le respondió el diputado laborista David Lammy, hijo de diputados caribeños. “Mis padres llegaron aquí como ciudadanos británicos. Si duermes con perros cogerás pulgas y eso es lo que ha pasado con la retórica de la extrema derecha”. El martes fue la primera ministra la que pedía disculpas a los lideres caribeños reunidos para la cumbre de la Commonwealth en Londres.