La visita tenía que ser de reunificación, de mostrar que, después de siglos de guerras, deportaciones, malas relaciones y conflictos, Turquía y Grecia, por fin, están preparadas para entenderse. Pero lo primero que ha hecho el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tras llegar este jueves a Atenas —la primera vez en 65 años que un jefe de Estado turco hace este viaje— ha sido sacar su lista de quejas. Y entre ellas -la que más tiempo ha dedicado- ha sido la referida al Tratado de Lausana. «En el tratado hay cuestiones pendientes y cosas que no son comprensibles. Fue firmado hace 94 años, no sólo por Grecia y Turquía, sino por 11 países. Necesitamos una actualización», ha dicho Erdogan a su homólogo griego, el presidente Prokopis Pavlopoulos.

Este tratado, firmado en 1923 al final de la guerra de Independencia turca y que sirvió para acabar con el Imperio Otomano y crear la República de Turquía, delimita las fronteras turcas: Turquía, desde entonces, perdió el control de las islas del Egeo, algunas de las cuales, aún ahora, casi un siglo después del tratado, siguen enfrentando a Grecia y Turquía. «El Tratado de Lausana define el territorio y la soberanía de Grecia y de la UE y, para nosotros, no es negociable. No tiene flecos: no tiene que ser ni revisado ni actualizado», han respondido Pavlopoulos a Erdogan como el primer ministro griego, Alexis Tsipras, delante de Erdogan.

Esta ha sido la primera reunión entre los jefes de Estado turco y griego desde 1952, cuando el tercer presidente turco, Celal Bayar, y el rey griego se reunieron para intentar superar las malas relaciones entre ambos países. Pero fallaron: tres años después de esa visita, en Turquía estalló un progromo en contra de la minoría griega que sirvió para que casi todos los griegos que antes habitaban en Turquía salieran del país. Antes de 1955, en Turquía, vivían más de 110.000 griegos; ahora sólo quedan 3.500.

En Grecia, en la actualidad, aún viven unos 100.000 turcos, a los que Atenas no deja escoger a sus líderes religiosos. «Grecia debe de hacer mejoras en el estatus de la minoría turca de Tracia», ha dicho Erdogan al primer ministro griego, Alexis Tsipras, a quien también ha pedido la extradición de ocho militares turcos que se escaparon durante la noche del golpe de Estado.

La cuestión chipriota

Después de los progromos en Turquía la mala relación continuó: en 1974, tras un golpe de Estado, el Gobierno ultranacionalista de Chipre aprobó la unión de la isla a Grecia. Turquía no lo aceptó y, para proteger a los turcos de Chipre, invadió el norte del país. Desde entonces Chipre vive partida en dos; separada por un muro que, hasta 2003, nadie podía cruzar.

«Ya se nos ha acabado la paciencia con Chipre —ha dicho Erdogan a Tsipras—. Turquía quiere una solución definitiva al problema, pero parece que los grecochipriotas no». Las negociaciones de paz en Ginebra están estancadas, pero se espera que, tras las elecciones en la parte griega de la isla —en febrero de 2018—, se reactiven.

Y sin embargo, aún las diferencias, parece que tanto Erdogan como Tsipras están dispuestos a entenderse. Durante la visita, han discutido acuerdos bilaterales tanto económicos como de infraestructuras: quieren construir una línea de tren de alta velocidad que una Atenas y Estambul. «El vaso está medio lleno», ha dicho Erdogan.