El baile de medidas y contramedidas en la pugna diplomática que mantienen Estados Unidos y Rusia, no muy distinta a la que se vivió durante la guerra fría, ha vuelto a intensificarse este jueves. La Administración de Donald Trump ha ordenado el cierre del consulado ruso en San Francisco y de otros dos de sus edificios diplomáticos en Nueva York y Washington en represalia por la decisión del Kremlin de reducir en más de la mitad la presencia diplomática estadounidense en su territorio. Una portavoz del Departamento de Estado ha afirmado que ambos países están ahora en “paridad”, ya que cada uno mantendrá tres consulados en el país del otro. No está claro todavía cuántos diplomáticos rusos se verán afectados por el cierre de las delegaciones.

"Aunque seguirá habiendo disparidad respecto al número de diplomáticos y edificios consulares anexos, hemos permitido al Gobierno ruso que mantenga algunos de sus anexos en un intento de frenar el deterioro de nuestras relaciones", afirma el comunicado del departamento que dirige Rex Tillerson. Por más que se haya recurrido a un lenguaje orwelliano para justificar la decisión, es bastante discutible que la medida estadounidense vaya a contribuir a la distensión. Desde que la Aministración de Obama aprobara nuevas sanciones contra Rusia en diciembre por su presunta interferencia en las elecciones y el Congreso hiciera lo propio en verano, la pugna ha seguido escalando sin remisión y las relaciones bilaterales siguen en caída libre.