La tregua de Navidad ha sido breve. La turbulenta historia del ‘brexit’ ha iniciado el 2017 con un nuevo despropósito. El Reino Unido ha perdido a uno de sus mejores expertos en Bruselas, a menos de tres meses del inicio formal de las negociaciones. La abrupta marcha del embajador británico ante la Unión Europea (UE), Ivan Rogers, fue una victoria de los fanáticos del ‘brexit’ y una muestra de las dificultades del Gobierno de la primera ministra, Theresa May, para controlar la situación.

Rogers, un diplomático prestigioso, con larga experiencia en asuntos comunitarios, había advertido en un informe privado de futuras trabas y dificultades en un proceso que será duro y “puede llevar 10 años”. El dictamen fue recibido como una “visión negativa” e inaceptable por quienes, con las orejeras del ‘brexit’, solo ven un horizonte triunfalista para el país una vez fuera de la UE. “Gran Bretaña ha perdido la voz del realismo en Bruselas”, declaraba Jonathan Powell, el que fuera consejero de Tony Blair.

La velocidad a la que May ha cubierto la baja de Rogers con el nombramiento del ex embajador en Moscú Tim Barrow se ha interpretado como un intento de zanjar cuanto antes la nueva crisis sobre la gestión del ‘brexit’. Gestión de la que a estas alturas poco se sabe. El propio Rogers, en su elocuente carta de despedida, ha indicado que ni él mismo sabía aún “cuáles son los objetivos del Gobierno en cuanto a las relaciones entre el Reino Unido y la UE” después del ‘brexit’.

UN ASUNTO POLÍTICO

Hasta ahora, de los escasos discursos de la primera ministra sobre sus prioridades en la negociación, se desprende que el control de la inmigración procedente de la UE es más importante para May que la pertenencia al mercado único. Más importante, dicho de otra forma, que el futuro de la economía, lo que viene a confirmar que el ‘brexit’ es un asunto fundamentalmente político.

Los fanáticos del ‘brexit’ han convertido su causa en una caza de brujas. Diplomáticos, altos funcionarios, jueces están en sus listas negras. Cualquiera que discrepe o muestre una realidad que ellos no quieren ver, es desacreditado y sospechoso de “traición”.

Rogers llevaba meses sufriendo esos ataques “contra su integridad, por líderes de campaña del ‘brexit’ que reclamaban su relevo por ‘uno de los nuestros’”, ha escrito Peter Ricketts, quien fue embajador británico en Francia hasta el 2015. Ese estilo fomentando la descalificación personal, recuerda el diplomático, lo inició uno de los cabecillas del ‘brexit’, el exministro Michael Gove, cuando negó cualquier valor a las opiniones de los expertos durante la campaña del referéndum.

"ENEMIGOS DEL PUEBLO"

Más recientemente los ataques de cierta prensa tabloide han ido dirigidos contra los jueces que examinaron cuál debe ser el papel del Parlamento en el proceso de salida de la UE. Con rumores e insinuaciones pusieron en duda la autoridad e independencia de los magistrados. El 'Daily Mail', con la foto de los jueces en una gran portada, les tachó de “enemigos del pueblo”.

La mujer que presentó la demanda ante la justicia recibió amenazas de muerte y lleva guardaespaldas. Del embajador Rogers, tras anunciar su renuncia, el exministro Iain Ducan Smith dijo que era “poco de fiar” y sugirió que el diplomático había filtrado documentos sobre los preparativos de las negociaciones. Según Nigel Farage, el ex líder del UKIP, el Foreign Office (ministerio de Exteriores) "necesita una buena limpieza”.

“La nueva norma parece ser esta: si alguien dice algo inconveniente sobre futuras dificultades, hay que atacar su integridad en lugar de responder a su argumento”, lamenta Ricketts. La marcha forzada de Rogers ha puesto en evidencia el malestar entre los profesionales de la diplomacia y otros expertos del Foreign Office. Los funcionarios británicos tienen la reputación de ser imparciales y ofrecer al Gobierno de turno el mejor consejo posible, al margen de ideologías o partidos.

Una diferencia fundamental con los sistemas de otros países donde, como en el caso de EEUU, los funcionarios son designados por los políticos de turno. El peligro es que la intimidación y el miedo a represalias terminen afectando las recomendaciones de los asesores. Desgraciadamente, los que no se hayan “convertido al ‘brexit’”, ha declarado el jefe del partido liberaldemócrata, Nick Clegg, “son apartados, cada vez más frecuentemente”.

May se dispone a hacer una declaración sobre las negociaciones en los próximos días o semanas. Intentará así retomar la iniciativa. Antes de pronunciarse esperará a conocer el veredicto del Tribunal Supremo sobre el papel del Parlamento, cuya sentencia puede complicar su agenda.