Donald Trump parecía tener encarrilada la confirmación de Brett Kavanaugh, el juez que ha nominado para lograr una mayoría conservadora en el Tribunal Supremo, pero el trámite parlamentario se le ha complicado. Después de que el domingo saliera a la luz la identidad de la mujer que acusó a Kavanaugh de agredirla sexualmente cuando ambos eran adolescentes, la abogada de la supuesta víctima, Christine Blasey Ford, anunció que está dispuesta a testificar en el Senado. El juez insistió en que las alegaciones son «completamente falsas», pero se ofreció a dar su versión de lo ocurrido en aquella fiesta de hace 36 años. Estos últimos acontecimientos son una buena noticia para los demócratas, que intentan que la votación final no se produzca antes de las elecciones legislativas de noviembre.

La posibilidad de que Christine Blasey Ford acabe declarando ante el Comité Judicial del Senado ha ganado enteros. Tanto la consejera del presidente, Kellyane Conway, como dos senadores republicanos respaldaron la comparecencia de Ford ante la gravedad de las acusaciones y la necesidad de legitimar a un juez que ya de por sí había levantado un amplio rechazo entre los demócratas por los cargos que ocupó en la Casa Blanca con George Bush.

La mujer sostiene que durante una fiesta de estudiantes del instituto celebrada en su casa de Maryland en los años 80, Kavanaugh y un amigo de este la encerraron en una habitación e intentaron abusar sexualmente de ella.

Los dos iban «muy borrachos», y el ahora nominado al Supremo la tumbó de espaldas en una cama y la manoseó por encima de la ropa, según su versión. Trató de quitarle el bañador y cuando ella intentó gritar, le puso la mano en la boca. Al final se las ingenió para escapar. «Aquello fue un intento de violación», dijo su abogada, Debra Katz. «Ella está dispuesta a hacer lo que sea para que su historia se conozca». Kavanaugh dijo que «nunca» ha hecho «nada de lo que esta mujer describe.