Seúl está considerando “todas las opciones militares disponibles” contra la amenaza norcoreana y eso incluye las armas nucleares. Lo ha aclarado esta mañana en la Asamblea Nacional el ministro de Defensa, Song Young-moo, y generado la tormenta previsible. Todas las reacciones gubernamentales posteriores han subrayado el compromiso de Seúl por una una península desnuclearizada y ningún experto contempla que la opción sugerida sea hoy verosímil. Pero la mención al anatema de las armas nucleares revela el punto de ebullición que alcanza el conflicto.

Ningún gobierno surcoreano, ni siquiera los conservadores más beligerantes, se había planteado con seriedad el uso de armas atómicas. No parece que lo vaya a hacer el actual de Moon Jae-in, un liberal que ha prometido resolver el problema norcoreano con diálogo y fineza. La adquisición de armas nucleares por Seúl eliminaría las escasas esperanzas de que Pyongyang renuncie algún día a su arsenal.

POPULARIDAD A LA BAJA

El fragor de las últimas semanas ha recortado la popularidad del admirable Moon, desdeñado por muchos de suave. El presidente desoye al 60 % de la población que apoya el desarrollo de un programa nuclear y sigue con la hoja de ruta que dos décadas atrás permitió el periodo más distendido desde el final de la guerra en 1953.

La delirante escalada de provocaciones norcoreanas le han obligado ya a tomar medidas contra las que clamó. Ayer dio luz verde a cuatro nuevas lanzaderas del escudo antimisiles THAAD que había criticado cuando fue aprobado por su antecesora, Park Geun-hye. Pero la posesión de armas nucleares dinamitaría sin remedio sus planes de pacificar algún día la península.