Los escudos antimisiles disfrutan estos días de una atención inédita desde los crudos tiempos de la guerra fría. Ronald Reagan emprendió su utópico programa para blindar a Estados Unidos y sus aliados de cualquier proyectil soviético y Washington ha destinado desde entonces más de 200.000 millones de dólares con generosas partidas de Obama y Trump. La amenaza de miles de misiles norcoreanos de todo tipo sugiere la pregunta obvia de su eficacia.

Los escudos cuentan con radares para detectar lanzamientos hostiles que se complementan con la información recogida por una red de satélites y una batería de misiles interceptores montados en camiones o barcos. Las pruebas han mostrado resultados cuestionables. El sistema Aegis ha abatido 35 de 42 misiles. El sistema GMD (siglas inglesas de Defensa de Trayectoria Media), apenas 10 de 18. Solo el THAAD (las siglas inglesas de Terminal de Defensa en Gran Altitud) ha conseguido el pleno en sus 18 pruebas. Pero ni siquiera ese 100% de éxito garantiza la defensa, recuerdan los expertos. Los ensayos, además, han sido realizados en condiciones ideales y es previsible que los aciertos bajen en un escenario bélico. Bastarían cuatro misiles norcoreanos en el aire para poner en dificultades al THAAD, juzgan los analistas, y Pionyang tiene capacidad para lanzar hasta 36 al mismo tiempo.

Corea del Norte ha subrayado en los últimos meses su capacidad para complicar la labor de defensa con lanzamientos desde submarinos (más difíciles de localizar) o en salvas para saturar las capacidades de los escudos. Su último misil intercontinental fue lanzado a medianoche desde una zona no habitual y de frondosa arboleda.

Esos misiles de larga distancia, que pueden ser abatidos solo en su fase final de vuelo, presentan dificultades insalvables para las baterías por su velocidad y altura. Un proyectil norcoreano reciente subió hasta los 2.700 kilómetros. Por comparación, la Estación Internacional Espacial orbita a escasos 400 kilómetros. Y su velocidad, que multiplica por 20 la del sonido, también se escapa a las capacidades de los interceptores.

Críticas al despliegue en Corea del Sur

Las carencias del THAAD estadounidense contra los misiles intercontinentales justifican las críticas a su despliegue en Corea del Sur. China y Rusia juzgan que el objetivo real de Washington no es Pionyang, sino rastrear sus territorios con su potente radar.

Washington ha repetido su confianza en derribar los misiles norcoreanos, pero los expertos son más escépticos. Trump, de hecho, ha ordenado revisar el programa y se esperan nuevas generaciones de escudos en los próximos años. El ritmo al que quema etapas el programa nuclear norcoreano sugiere una batalla contra el reloj.