Masacre de Pueblo Bello, 5 de mayo de 1996: 16 campesinos muertos. Masacre de Bojayá, 2 de mayo del 2002: 74 civiles muertos. Toma de la base militar de Las Delicias, 30 de agosto de 1996: 27 militares muertos. Operación Farón contra el 10° Frente de las FARC, 21 de marzo del 2012: 33 guerrilleros muertos. Masacre de El Billar, 3 de marzo de 1998: 65 soldados muertos. Masacre de Tarazá, 14 de diciembre del 2001: 25 campesinos muertos. Coche bomba en El Nogal, 7 de febrero del 2003: 36 civiles muertos. Más de 260.000 colombianos -guerrilleros y soldados, pero sobre todo civiles- han muerto violentamente en el marco de la larga guerra que durante más de medio siglo ha enfrentado al Estado con la guerrilla de las FARC. Hoy, después de 52 años, el propio pueblo de este país desangrado por el conflicto fratricida tiene en sus manos ponerle punto final.

Casi 35 millones de colombianos están llamados a las urnas en una jornada democrática crucial, de la que depende la transformación del protagonista principal del conflicto interno en un actor más de la política nacional. Seis días después de que el presidente Juan Manuel Santos y el jefe máximo de las FARC, Rodrigo Londoño, ‘Timochenko’, firmaran en Cartagena de Indias elacuerdo de paz conseguido tras cuatro años de arduas negociaciones en La Habana, este domingo tiene lugar el plebiscito en el que el colombiano de a pie se enfrenta a la dicotomía: votar ‘sí’ o votar ‘no’. Es una dicotomía real: aunque las encuestas anticipan un triunfo holgado del ‘sí’, un porcentaje nada despreciable de colombianos votarán contra el acuerdo. No les gusta nada lo que se ha pactado.

ADALID DEL ‘NO’

En adalid del ‘no’ se ha erigido el hoy senador Álvaro Uribe, presidente de Colombia entre el 2002 y el 2010 y líder del partido de derecha Centro Democrático: el hombre que desencadenó durante su mandato una ofensiva militar total y sin tregua contra las FARC, que asestó duros golpes a la guerrilla y que consiguió acorralarla en el sur selvático del país, amén de mermarla en términos de poder y número de combatientes; al precio, eso sí, según denunciaron las oenegés, de una violación sostenida de los derechos humanos. Uribe: el mismo político que en su día negoció un polémico acuerdo de paz con los paramilitares -el ejército irregular de ultraderecha nacido para combatir a la guerrilla- haciendo concesiones tachadas desde diversos sectores de intolerables.

El acuerdo “premia al terrorismo”, ha dicho Uribe, “allana el camino” al castrochavismo, “miente a los civiles” y “convierte a las FARC en un grupo paramilitar socio del Estado”. Uribe y los miles de colombianos que lo siguen sostienen que el acuerdo hace demasiadas concesiones a la guerrilla y que no prevé castigos suficientes para los cabecillas, y afirman que una victoria del ‘no’ permitiría sentarlos a renegociar el pacto. No son enemigos de la paz, dicen, pero sí de la paz de Santos.

NO HAY PLAN B

Del otro lado, el Gobierno, el partido que lo sostiene -Partido de la U- y las demás formaciones políticas luchan por ampliar la ventaja del ‘sí’ en los sondeos con un discurso que en cualquier otra sociedad -menos herida, menos compleja, menos 'macondiana'- sonaría a evidencia: el discurso de la paz. “Voten a conciencia porque es el voto de nuestras vidas”, dijo el viernes el Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, uno de los negociadores de La Habana. Las encuestas vaticinan el triunfo del ‘sí’ con más del 55% de los votos, algunas con más del 60%, y atribuyen al ‘no’ en torno al 35%, así que no hay mucho margen para la duda, pero: ¿qué ocurriría de ganar el ‘no’?

El Gobierno ha dicho por activa y por pasiva que no hay plan B. No hay plan B “porque no puede haber plan B”, declaró escuetamente Jaramilloen una entrevista con ‘El Tiempo’; porque, dio a entender, es imposible dar marcha atrás. La contraparte negociadora tampoco está para bromas. “No existe la más mínima posibilidad de que lo acordado sea renegociado”, declaró el jefe guerrillero Luis Antonio Losada Gallo, alias ‘Carlos Antonio Lozada’, responsable de los Comandos Urbanos de las FARC hasta antes de la firma del acuerdo. “Lo acordado, acordado está, y no existe esa posibilidad”. La victoria del ‘no’ -improbable pero no imposible en este rincón del planeta acostumbrado a lo descabellado-sumiría al país en la incertidumbre y la zozobra, y lo convertiría en una especie de gran incomprendido ante la comunidad internacional. ¿Plan B? No hay plan B.

INTERVENCIÓN PAPAL

Este domingo acaba un mes de intensa campaña, la que se inició a finales de agosto, cuando el Gobierno y las FARC anunciaron en La Habana que habían llegado a un acuerdo. Desde entonces, el país es pura efervescencia. Votar ‘sí’ o votar ‘no’ está en todas las conversaciones, en todas las charlas de restaurante, en todas las cumbres familiares. Las campañas han salido a conquistar la calle y han desplegado una intensa actividad en las redes sociales.Actores y deportistas famosos han prestado sus rostros a este emocionante ajetreo, principalmente para el ‘sí’, y a última hora el papa Francisco ha dicho que viajará a Colombia “para apoyar la paz” cuando el acuerdo “esté blindado y tenga el reconocimiento internacional”, lo cual puede contrarrestar la insólita campaña que, en un país tremendamente religioso, numerosos pastores cristianos han hecho por el ‘no’.

Tras la firma del acuerdo en Cartagena de Indias, el pasado lunes, los frentes guerrilleros empezaron un lento y tímido desplazamiento hacia las zonas donde va a tener lugar la transición de los rebeldes hacia la vida civil. Lento y tímido: se supone que será rápido y decidido cuando triunfe el ‘sí’. Debería ser casi una cuestión de trámite.

"Los muertos de La Chinita son también nuestros muertos"

Una de las condiciones del acuerdo de paz de La Habana es la “reparación integral” de las víctimas, que incluye desde la entrega de cuerpos a los familiares hasta la indemnización material, pasando por los “actos públicos de reconocimiento de responsabilidades”. El trueque del perdón: el canje entre el que lo pide y el que lo otorga, y la liberación que supone para ambos. El viernes pasado, en el municipio de Apartadó, en el noroeste de Colombia, uno de los más golpeados por la violencia, los dirigentes de las FARC Iván Márquez, Pastor Alape e Isaías Trujillo pidieron perdón a los familiares de las víctimas de la masacre perpetrada por la guerrilla el 23 de enero de 1994. El Frente Quinto interrumpió ese día una fiesta popular en el barrio de La Chinita y asesinó a 35 personas, 34 hombres y una mujer.“Nunca el mando de las FARC ordenó tal atrocidad”, dijo Márquez ante un centenar de familiares. “Nos duele en el alma recordar a tanta gente buena que partió sin poder materializar sus sueños. Los muertos de La Chinita son también nuestros muertos”. El acto en Apartadó se suma a otros en los cuales la dirigencia de la guerrilla se ha reunido con víctimas del conflicto para pedirles perdón.