La liberación de los 46 turcos que estaban en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI) y la huida a Turquía de decenas de miles de sirios kurdos que escapan de su avance dibujan un nuevo escenario que eleva la presión para que Ankara decida si actúa o no contra los islamistas radicales.

La llegada el fin de semana a Turquía de los rehenes, que fueron secuestrados hace más de tres meses por el EI en la ciudad iraquí de Mosul, ha estado marcada por el entusiasmo y por la actitud triunfalista del Gobierno turco.

Hasta la fecha, Ankara ha usado esta situación como justificación a su negativa a implicarse plenamente en la coalición internacional que Estados Unidos quiere liderar contra el EI.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha reconocido que su país no podía sumarse a esa alianza mientras la vida de sus ciudadanos corriera peligro y ha explicado que ahora se abren otras opciones.

"Dijimos que, dentro de ese marco, sólo podíamos dar apoyo logístico y asistencia humanitaria. Lo que vamos a hacer ahora es ya un asunto distinto", aseguró este domingo Erdogan antes de partir hacia Nueva York, donde participará en la Asamblea General de la ONU.

Un foro, en el que se espera que los aliados de Turquía, miembro de la OTAN, le reclamen claridad en su hasta ahora ambigua postura hacia el Estado Islámico.

"Ahora Turquía enfrentará mucha más presión de Occidente. Antes que nada, tendrá que dejar muy clara su oposición ideológica hacia el EI", explicó a Efe Murat Yetkin, redactor jefe y analista del diario Hurriyet Daily News.

"Es hora de que determinemos nuestra postura", reconoció Erdogan, quien indicó que tras la reunión de Nueva York se tomarán decisiones al respecto.

Junto a la alegría por la liberación de los 46 turcos, más tres iraquíes que trabajaban con ellos en el Consulado en Mosul, los medios turcos también han mostrado dudas sobre qué ha tenido que ofrecer Ankara a los yihadistas a cambio de las vidas de sus ciudadanos.

Ankara ha asegurado que la puesta en libertad ha sido producto de un "regateo diplomático y político" y no ha negado la posibilidad de que se haya tratado de un intercambio por destacados miembros del EI que estaban detenidos en Turquía.

Durante el último año, Turquía ha visto cómo iban creciendo las críticas, tanto internas como internacionales, por su postura de hacer la vista gorda, o incluso apoyar, las actividades de los yihadistas.

Hoy mismo, el diario BirGün lleva en su portada una noticia sobre un hospital clandestino en la provincia turca de Gaziantep en el que habrían recibido tratamiento hasta 700 yihadistas del EI, todo con la colaboración de las autoridades locales.

Ese apoyo se explicaría en la asunción por parte de Ankara de que los yihadistas son, o eran, un aliado para lograr su objetivo de que caiga el régimen del presidente sirio, Bachar al Asad.

Un aliado mejor que, por ejemplo, las milicias kurdas que llevan dos años enfrentándose contra los yihadistas y a las que Ankara mira con recelo por el temor a que el caos reinante en Siria tenga como consecuencia la creación de un "Kurdistán" en ese país.

Las conquistas del EI en los últimos días en zonas de población mayoritariamente kurda han empujado 130.000 sirios de este pueblo a huir hacia Turquía.

Aparte de la crisis humanitaria, Ankara sufre la presión de los kurdos de Turquía, que no están dispuestos a aceptar que no se actúe para detener la masacre de sus "hermanos" al otro lado de la frontera.

Cientos de jóvenes kurdos de Turquía están intentando cruzar la frontera para acudir a apoyar a las milicias que resisten en el norte de Siria la embestida de los yihadistas, pero la Policía les impide el paso.

La guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha hecho un llamamiento a todos los kurdos de Irak, Irán, Siria y Turquía para que se unan a la lucha contra el EI y ha acusado al Gobierno turco de facilitar la expansión de los yihadistas.

Turquía, que sigue considerando al PKK en particular, y a las milicias kurdas en general, como terroristas (un término que no suele usar al hablar del EI) se opone a las voces que dentro y fuera del país abogan por entregar armas a los kurdos.

Taha Akyol, analista de la emisora CNNTürk, explica esa negativa en el miedo de que esas armas puedan volverse contra Turquía cuando el grupo Estado Islámico haya sido derrotado.

La tensión puede afectar gravemente al proceso de paz en el que llevan inmersos el PKK y el Gobierno turco desde hace 18 meses y del que los kurdos podrían retirarse si ven que Turquía no sólo no les apoya en su lucha contra los yihadistas, sino que incluso la bloquea.

El PKK inició hace dos décadas la lucha armada contra el Estado turco para lograr la autonomía de los 12 millones de kurdos que viven en ese país. Esa lucha por la independencia ha ido evolucionando hacia la exigencia de más derechos para esta comunidad.