El terrorismo letal volvió ayer por primera vez desde el 11 de septiembre del 2001 a Nueva York y lo hizo, justamente, a escasos cientos de metros del World Trade Center, donde hace poco más de 16 años Al Qaeda dejó una cicatriz en la superficie y el corazón de la ciudad. Un hombre de 29 años, definido como un «lobo solitario» por las autoridades que lo tienen detenido, convirtió una furgoneta de alquiler en un arma y arrolló a lo largo de un recorrido de poco menos de 1,2 kilómetros a ciclistas y peatones en un carril bici en el West Side Highway, junto al río Hudson. En su camino dejó ocho muertos y 11 heridos.

«Esto ha sido un acto acto de terror, particularmente cobarde, dirigido a civiles inocentes», confirmó el alcalde Bill de Blasio en una rueda de prensa poco después de las cinco de la tarde, dos horas después de que se produjera el ataque. En esa comparecencia el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, aseguró que «no hay nada que apunte a una trama mayor». Al cierre de esta edición ningún grupo terrorista había reivindicado el atentado.

El ataque comenzó alrededor de las 15.00 horas local de Nueva York cuando una furgoneta de alquiler entró, cerca de la calle Houston, en el carril bici que recorre el lado oeste de Manhattan. Por ese carril fue avanzando 1,2 kilómetros hacia el sur, arrollando a ciclistas y a algunos peatones, hasta que cerca de la calle Chambers, a escasos 600 metros del World Trade Center, se empotró con un autobús escolar, dejando heridos a dos adultos y dos niños. En ese momento salían de clase los alumnos del Instituto Stuyvesant.

El sospechoso entonces bajó del vehículo con lo que algunos testigos creyeron que eran dos armas, aunque la policía luego informó de que se trataba de una pistola de balines y otra de pintura. Gritó entonces algo, que las autoridades no quisieron detallar pero según algunos testigos era «Allahu akbar» (Alá es grande).

Un policía inmediatamente le disparó, hiriéndole en el abdomen. Está detenido y, según información de fuentes policiales obtenidas por The New York Times, se encuentra hospitalizado herido de gravedad. Al cierre de esta edición las autoridades tampoco habían facilitado más información sobre él aunque fuentes policiales citadas por el rotativo neoyorquino aseguran que se trata de alguien que llegó a Estados Unidos procedente de Uzbekistán. Otra fuente aseguró que había alquilado la furgoneta con la que cometió la matanza en Nueva Jersey.

«La declaración y el modus operandi nos hacen hablar de terrorismo», confirmó James O’Neill, comisionado de la policía neoyorquina, que está coordinando la investigación del ataque con el FBI.

En su primer mensaje sobre el atentado, no obstante, el presidente de EEUU, Donald Trump, no usó el término terrorismo. «En NYC parece que (ha habido) otro ataque por una persona muy enferma y demente», escribió en Twitter. «Las agencias del orden están siguiendo esto muy de cerca. ¡NO EN USA!».

El nuevo modus operandi / Pese a ese enfático mensaje lanzado por Trump, lo cierto es que ha llegado a Nueva York el nuevo modus operandi que los terroristas y sus simpatizantes han usado en otros muchos lugares, de Barcelona a Londres o Niza. Y aunque las autoridades hablan de un «lobo solitario»· que no forma parte de una trama mayor y no hay reivindicación, lo cierto es que en la ciudad, que desde el 11-S ha vivido intentos de atentado pero sin víctimas mortales, se vuelve a haber fallecidos por terrorismo.

La ciudad, no obstante, intentaba responder con toda la normalidad que era posible. Las autoridades decidieron mantener y no suspender el desfile del día de Halloween, aunque se anunció un incremento de la presencia y la protección policial tanto en ese desfile como en el resto de la ciudad. Y a la vez que el alcalde De Blasio hacía un llamamiento a todos los ciudadanos neoyorquinos «a que estén vigilantes», y tanto él como el gobernador prometían que «se llegará al fondo de lo ocurrido» y «se hará justicia», se hacía un llamamiento a la calma.

«Sentimos el dolor pero seguimos adelante juntos y más fuertes que nunca», dijo el gobernador Cuomo. «No vamos a dejarles ganar. Si cambiamos nuestra vida ellos ganan y nosotros perdemos». «Sed neoyorquinos, vivid vuestra vida», pidió también. Pero ayer, otro martes, como en el 2001, la vida neoyorquina volvió a recordar que no es inmune al terror.