Han sido 56 cajas llenas de guiones, gags eliminados y anotaciones personales, un material que custodia la Universidad de Princeton. Y de todo lo analizado, Richard Morgan, periodista del diario The Washington Post concluye, y ese es el titular publicado: Woody Allen está obsesionado con las adolescentes. «Lo sé porque he visto toda su carrera de cerca, sus guiones y sus garabatos, un ingente material que ha estado recopilado desde el 1980».

El autor, que ha intentado contactar varias veces con el cineasta sin respuesta, concluye: «No hay nada criminal en la fijación de un hombre de 82 años con las jóvenes de 18, pero es profunda y anacrónicamente burdo. Además, Allen no parece preocuparse en absoluto de mejorar o cambiar de actitud. Vive, piensa y crea igual que lo hacía en los años 70, hace casi medio siglo».

DESENMASCARADO / Morgan sostiene en su artículo que la lectura de ese archivo «despliega una repetida misoginia» y asegura que la idea creativa que sobrevuela prácticamente toda su filmografía es siempre la misma. «Ha sido nominado 24 veces a los Oscar y nunca ha necesitado ideas más allá del hombre lujurioso y su bella conquista, un concepto alrededor del cual ha hecho películas sobre Roma, París, Manhattan, Barcelona, el periodismo, los viajes en el tiempo, la revolución comunista, el asesinato, Hollywood, etcétera», explica.

El amplio artículo de The Washington Post llega en pleno auge de la batalla #MeToo contra el acoso sexual y ya ha generado reacciones. Rose McGowan, una de las principales caras públicas de las denuncias contra el productor Harvey Weinstein, que ha avivado este movimiento mundial, se ha alegrado en Twitter de que Allen sea «al fin desenmascarado». El cineasta, casado con la hija adoptiva de su exmujer Mia Farrow, 35 años más joven que él, fue acusado en el 2014 por su hija adoptiva Dylan Farrow de abusar de ella cuando tenía 7 años. Y en una entrevista reciente con la cadena BBC, precisamente sobre el escándalo Weinstein, Allen aseguró: «Me temo una atmósfera de caza de brujas, donde cada hombre que le guiña el ojo a una mujer en una oficina tiene que llamar enseguida a su abogado», manifestó.

Richard Morgan recuerda en su artículo que Woody Allen es célebre por su humor y que algunas de sus frases pueden resultar ingeniosas e irónicas, pero que eso no cambia lo que subyace tras el personaje.

Tampoco que haya trabajado con muchas actrices famosas. La última, Selena Gomez, con la que ha rodado recientemente en Nueva York. Pero también Kate Winslet, protagonista de Wonder Wheel. O Cate Blanchett, que ganó un Oscar por Blue Jasmine. O Penélope Cruz y Scarlett Johansson en Vicky Cristina Barcelona. Y tantas otras mucho antes que ellas. El periodista considera que «el éxito de sus actrices servía para alejar los focos de la oscuridad».

Más allá de sus ficciones, en las que describe todo tipo de historias protagonizadas por jóvenes «llamativas y sexis» y hombres maduros, el archivo en el que ha buceado Morgan desvela también el comportamiento del director con algunas de sus intérpretes.

En una entrevista falsa, se refiere así a la actriz Janet Margolin, fallecida en el 1993, que colaboró con él en Annie Hall y Toma el dinero y corre: «De vez en cuando me vi obligado a hacerle el amor para obtener una performance decente. Hice lo que debía por el negocio».

Sobre la española Nati Abascal, que trabajó en Bananas, dice el investigador de documentos que «bloqueó mi mano cuando iba por su muslo y llevaba su rodilla hacia mi ingle mientras discutíamos de negocios… Saqué un contrato y ambos firmamos, no antes de que le explicara la obligación sexual que formaba parte del trabajo».