Luis Alegre, de 40 años, exsecretario general en Madrid de Podemos y miembro del equipo fundador del partido, ha dejado la primera línea de la política y ahora se dedica a dar clases en la Facultad de Filosofía de la Complutense y a escribir. Ha publicado 'Elogio de la homosexualidad'(Editorial Arpa), un lúcido y divertido ensayo en el que invita a encontrar la libertad y a reconocer las ataduras afectivas y sexuales a las que, también los heterosexuales, están sujetos.

-Con su novio, Álvaro, al que dedica el libro, ¿estará en la manifestación en Madrid?

-Por supuesto. Hay cosas que celebrar y hay cosas que hay que seguir reivindicando. Las fobias siguen ahí.

-Cuál es la tesis de su 'Elogio de la homosexualidad'?

-Lo que defiendo es que una persona, sea de la condición que sea, es más libre en la medida que ha podido reflexionar en la construcción de su propia personalidad. Por ejemplo, cuando un adolescente gay o lesbiana asume con valentía su sexualidad demuestra una libertad que no puede dejar de ser admirada y en cierto modo envidiada, especialmente por los que están más sometidos a los patrones convencionales.

-¿El paradigma heterosexual se tambalea?

-Sí, la edad de oro de la heterosexualidad está tocando a su fin. No es el sentido de la atracción de hombres a mujeres y viceversa, por supuesto. Lo que está llegando a su fin es aceptar como dogma todo ese manual de instrucciones completo, todo ese sistema encasillado, que nos ha venido dado por nuestros ancestros y que afecta hasta en los más pequeños detalles de la vida cotidiana. Para los heterosexuales sería muy saludable replantearse muchas cosas, empezando por cómo se organizan las tareas domésticas.

-Somos un estado aconfesional y parece que lo que dice la Conferencia Episcopal todavía pesa demasiado, ¿no?

-Yo critico la actitud de cierta jerarquía de la Iglesia, los guardianes de las esencias, que no se preocupan de la precariedad de las familias o no critican a los bancos que echan a la gente de sus casas y solo se empeñan en defender un concepto tradicional de familia que no se corresponde con la vida real.

-El Pride es un acto de visibilidad, pero hay muchas personas todavía dentro del armario.

-Eso es así y produce mucho dolor. No es lo mismo vivir en una ciudad como Madrid o Barcelona que hacerlo en un pueblo. Por eso hay que estar muy alertas a actitudes discriminatorias y denunciarlas. Hay contextos en los que hace falta mucho de heroismo para salir del armario.

-¿Ayudaría que algun futbolista de élite dijera abiertamente que es gay?

-Todo lo que contribuya a normalizar situaciones normales sería muy deseable.

-Habla en el libro de sexo y de fidelidad. Como decía Jorge Drexler en una canción: fidelidad, brumosa palabra, que ladra más de lo que muerde.

-Estoy en parte de acuerdo. La gestión de la fidelidad es algo que viene en el manual de instrucciones tradicional al que me refería antes. No digo que sea incorrecto, digo que es una imposición y que hay que replantearse que quizá no se puede aspirar a que una sola persona satisfaga al mismo tiempo todas las aspiraciones y anhelos intelectuales, afectivos, artísticos, sexuales de cada uno. En el libro digo que muchos homosexuales, por ejemplo, decidimos en cada caso lo que hacemos con nuestro cuerpo y barajamos diferentes opciones para cada situación. Por ejemplo es posible adoptar un acuerdo que permita tener relaciones en paralelo a la pareja.

-En la historia de lucha del movimiento lgtb el peso de los gays hombres ha sido históricamente más presente que el de las lesbianas y no digamos ya de las personas transexuales. ¿Eso se va a corregir?

-Es que las mujeres lesbianas han estado doblemente sometidas, por mujeres y por lesbianas. Por aquellos patrones ancestrales que antes le contaba, desde la más tierna infancia, por ejemplo, los hombres saben que su promiscuidad será celebrada y las mujeres saben que la suya será castigada. Eso ha sido así.

-Este miércoles, 13 de junio, Irlanda tendrá un primer ministro gay e hijo de inmigrantes indios.

-Y está muy bien, aunque habrá que juzgarle por cómo lo hace. Pero el hecho de que lo tengamos que celebrar en una prueba de que queda camino por recorrer. Porque de los presidentes heterosexuales no decimos que lo son.