Coincidiendo con la celebración este domingo, 19 de marzo, del Día del Padre, ‘Salvados’ (La Sexta, 21.30 horas) aborda tres relaciones paterno-filiales que se salen de lo común debido a las historias ocultas que escondían estos progenitores, todos ellos ya fallecidos: Pablo Escobar, un verdugo del franquismo y un hombre que adoptó un bebé robado.

Para desvelarlas, Jordi Évole mantiene una conversación con los hijos de estos padres tan poco corrientes, que explican cómo les afectó en sus vidas descubrir la verdad que escondían sus progenitores.

Sebastián Marroquín es hijo del que, en su momento, era el narcotraficante más buscado del mundo hasta que fue abatido en 1993: el colombiano Pablo Escobar, sobre el que se basa la exitosa serie de Netflix 'Narcos'. Una ficción televisiva que, curiosamente, Marroquín considera que no hace un retrato fidedigno de su progenitor, al que cree que glorifica en exceso.

Este hombre, que cambió sus apellidos cuando, tras la muerte de su padre, huyó de Colombia junto a su madre (María Victoria Henao) y su hermana por miedo a ser víctimas de los enemigos de Escobar, explica a Évole las dos caras de su progenitor, la que mostraba en la intimidad con su familia y la que exhibía como uno de los narcotraficantes más poderosos: "Fue el mejor papá del siglo XX y el bandido más peligroso".

Marroquín habla de una infancia llena de excesos y violencia, muy distinta a la que han tenido el resto de niños. “Vi antes un revólverque un juguete”, recuerda de aquella época, en la que el entorno de su padre le marcó: "Los peores bandidos de Colombia eran mis mejores amigos”, afirma.

UN VERDUGO DEL FRANQUISMO

Otra de las invitadas este domingo de 'Salvados' es Inés Sánchez, una mujer que, ya de adulta, descubrió la verdadera profesión de su padre, al que perdió cuando ella solo tenía 4 años: fue uno de los últimos verdugos del franquismo.

El tercer testimonio de la noche es el de Juan Luis Moreno, que narra cómo su padre le reveló un secreto el día antes de morir: le había comprado cuando era un bebé por 150.000 pesetas. A partir de entonces, inició la búsqueda para encontrar a sus verdaderos padres y descubrió que, además de ser un bebé robado, su caso no era único, sino que formaba parte de un negocio organizado.