Jordi Évole regresa este domingo a La Sexta (21.20 horas) en medio del fragor político que ha invadido el país. Pero él y su Salvados han optado por irse a otra guerra, la de personas con corazones desgarrados, y ciudades devastadas, que durante los últimos años han intentado sobrevivir en Siria e Irak.

¿No ha tenido tentaciones de inaugurar temporada con la cuestión política?

Sí claro, las tentaciones existen, pero siempre que tengas un plato para servir que se pueda distinguir de lo que se está sirviendo a todas horas. El alud de información de Catalunya es tan enorme que, o encuentras una pieza exclusiva, o no vale la pena seguir la corriente.

El año pasado abrieron el curso con Astral y ahora vuelven a incidir en el tema de los refugiados.

Hacemos un programa en el que nos gusta arriesgar con los temas que escogemos. Poner la vista en el Mediterráneo el año pasado y hacerlo ahora en Siria e Irak no es lo más comercial, con todo lo que está pasando aquí. Pero creemos que también es importante volver la mirada a otros sitios y no perder esa vocación de Salvados.

¿De dónde surgió la idea de ir a la guerra?

Cuando volvimos de vacaciones analizamos cuál era la situación en aquel momento. Estábamos muy tocados por los atentados de Barcelona y Cambrils y decidimos que teníamos que abrir con un tema relacionado con los atentados y, si podía ser, yendo a uno de los posibles orígenes de los ataques. En dos meses parece que haya pasado una vida desde los atentados, y esto me preocupa. Estuvimos tres semanas pendientes de lo que pasaba alrededor de los de Catalunya, y el más reciente, el de Nueva York, casi lo ninguneamos. El terrorismo es un mal que tenemos aquí, es seguramente el enemigo más grande que tiene ahora nuestra civilización, y nos olvidamos de él cuando ya han pasado los días en que nos ha golpeado directamente.

El procés se ha apoderado de todo.

Es que es muy atractivo y es un tema que parece hecho para la tele. Ahora mismo no hay reality ni culebrón mejor que este: existen infinidad de personajes, cada uno muy bien definido, y un hilo argumental que no escribiría ni el mejor guionista. La tele tiene un filón inmenso.

¿Sintió miedo antes de partir?

La noche anterior a irme pensé: "¿Qué necesidad tienes de hacerlo?". Pero una vez llegas, todo se relativiza mucho. En Raqqa [Siria] escuchas sonidos de explosiones muy cerca, te asustas, pero al cabo de dos horas de oírlas las has normalizado completamente.

¿Cómo se convive con todo ello?

La mente humana tiene una capacidad de adaptación brutal. Dormíamos en una azotea y le puedo asegurar que todas las noches pude hacerlo. Lo único es que son circunstancias extremas y cuando te levantas al día siguiente, ves que hay consecuencias de todo lo que has oído en la parte de abajo del edificio, a donde llegaban los heridos. Ese era un momento dramático del día.

¿Qué destacaría de lo que ha visto?

La absoluta devastación que produce la guerra. Cuando llegas a un sitio como Mosul [Irak] y hablas con la gente, es muy difícil que a la tercera o cuarta pregunta no se hayan roto. Hay un dolor instalado dentro de estas personas que te deja deshecho. Y también la propia destrucción física. Eso tiene una perversión, porque estéticamente parece un decorado, pero después entras en un portal, notas el olor a putrefacción y te dicen que es un cadáver que no se ha podido recoger. Es otra dimensión.

Cuando grabaron Astral dijo que era difícil no dejarse llevar por las emociones. Aquí esto se habrá multiplicado.

Entonces aguanté todos los rescates que vivimos y las emociones me salieron cuando volvimos. Ahora no, porque he tenido que parar entrevistas, darle la vuelta a la cámara y desfogarme para poder continuar. En el programa no se va a ver, porque no puedo narrar una realidad en esas condiciones. Tienes que recomponerte y continuar con la entrevista donde la dejaste. Hay situaciones que te producen rabia e impotencia.

En ese contexto, ¿han tenido muchos problemas para trabajar?

Sí, pero no hemos querido mostrar nuestra aventura allí, ni reflejar las dificultades para llegar a los lugares. Nos parecía que ya era bastante dura la situación como para que te tuvieras que poner de protagonista. Claro que nos costó llegar a Mosul, te paraban en los controles y te miraban el coche de arriba a abajo, pero forma parte del trabajo. Esa es la vida diaria para aquella gente.

En el segundo programa se enfrenta a un hueso duro de roer. A un hueso maduro [ríe].

El presidente de Venezuela ha escampado que se sintió como si estuviera en Guantánamo durante la entrevista que le ha hecho. ¿Tan duro fue con él? Me ha sorprendido, porque hubo momentos que sí se puso más tenso, pero el tono de la entrevista lo vi bastante bien. Forma parte del mundo Maduro. En la distancia corta me pareció una persona cordial y me trató bien. Obviamente, cuando empecé a entrar en materia, había muchas preguntas que no le gustaron, pero es que tal vez no está muy acostumbrado a que le pregunten según qué. Acostumbro a empatizar con los invitados y con Maduro tampoco he fallado.

¿Usted tuvo total libertad para interrogarle? Sí, no puso ni una condición.

¿Tampoco para hablar de la represión, los presos políticos y la situación en la calle? Tampoco, respondió a todo.

¿Qué conclusión ha sacado? Que Maduro es consciente del desastre económico que vive el país, pero que utiliza al enemigo exterior para justificarlo todo.

Con estos dos programas, la temporada se les pone muy cuesta arriba… Eso siempre nos lo dicen. Salvados cada año se pone una serie de metas. Es verdad que este han llegado muy al principio. Entiendo que las temporadas son irregulares. Hay programas más potentes que otros, porque con 20 ediciones de Salvados al año es normal que eso pase. Se nos han juntado dos emisiones internacionales potentes al principio, sí, pero espero que lleguen otros temas. Tenemos un equipo que no para de buscar y proponer y estoy convencido de que todavía lo podemos hacer más grande.

¿Le han cambiado personalmente estas dos entregas? Tú no eres consciente de todas las experiencias que te caen encima; vamos a una velocidad tan grande, que no nos enteramos de lo que hemos vivido haciendo Salvados. Nos daremos cuenta cuando pasen los años y ya no esté, cuando miremos atrás y digamos: "Estábamos zumbados, ¿cómo se nos ocurrió aterrizar en Raqqa, estar cuatro días en casa, y coger otro avión para ir a Venezuela?". Eso no debe de ser sano a nivel mental y algún tipo de factura pasa anímicamente.

¿Qué otros temas tienen previsto abordar? La pederastia, donde seguiremos la estela de la investigación de EL PERIÓDICO, la salud alimentaria, que va a estremecernos… Algunos todavía no están cerrados.

El próximo febrero Salvados cumplirá 10 años. Alguna cosa haremos, no sé si a nivel muy público, pero el equipo se correará una farra guapa [ríe].