Dani Rovira (Málaga, 1980) no es padre, pero el guion de la bienintencionada 'Thi Mai. Rumbo a Vietnam' le tocó la fibra. La lucha de una abuela coraje (Carmen Machi) por adoptar a su nieta vietnamita hizo llorar “de verdad” y reír “a carcajadas” al próximo Superlópez. Dirigida por Patricia Ferreira, la comedia se estrena el viernes desmontando el hecho de que las mujeres de edad madura han desaparecido en la industria del cine.

Carmen Machi, Aitana Sánchez-Gijón y Adriana Ozores son las protagonistas absolutas de la película. El hombre, usted, queda en un segundo plano. Es una de las características más a destacar del filme, con independencia de la calidad cinematográfica, que la tiene. Estoy muy agradecido de ser la ladera de estas tres montañas. La historia es fascinante. Es de los pocos guiones con los que he llorado de verdad y me he reído a carcajadas.

Y eso que no es papá. No que yo sepa. Pero, vamos, soy tío y padrino. Me conmovió mucho. Es una comedia, aunque parte de una premisa muy triste: la pérdida de una hija. [Machi da vida a la madre de una joven que fallece y que estaba en trámites para adoptar una niña en Vietnam]. La protagonista trata de paliar esa muerte terrible con el hecho de poder recuperar una nieta. Quiere mantener a su hija viva a través de la niña. Mi personaje es secundario, pero muy bonito porque posee una llave a una posible solución burocrática.

¿Qué es Carmen Machi para usted? Hostia. Muchas cosas, una gran amiga desde que nuestros caminos se cruzaron [en 'Ocho apellidos vascos']. Es un referente artístico. Es de las pocas actrices que conozco que no tiene techo. Ayer la fui a ver al teatro. Verla es un acontecimiento. Y eso pasa con muy poca gente. Es un tótem. Además, me río muchísimo con ella.

A veces los cómicos son más simpáticos delante de la pantalla que al natural. Depende del cómico y del contexto. Yo lo arrojo todo en el escenario, así que el el resto del día es muy cansado estar a ese nivel. Soy un poco seta.

Tras vivir el 'tsunami' de 'Ocho apellidos vascos', ¿ya está más tranquilo? Mucho más. No suelo ir a fiestas. No alterno, como dicen ahora los jóvenes. Salgo a la calle y depende de la ciudad o la hora del día a veces vivo momentos de agobio, pero lo llevo mejor. Durante dos años fue acoso y derribo. Por mucho que quisiera llevarlo bien, era muy complicado. Desde hace algo más de un año estoy disfrutando de la vida y de la la profesión. Se me están quitando ciertas fobias.

Lo llegó a pasar mal. Mucho, no voy de duro. A nivel laboral era genial, pero tanto éxito, tantas propuestas, tener que decir que no, tragar tantos sapos... Traté de que no abusaran de mí a nivel empresarial. Pero cada cosa que decía trascendía muchísimo. No soy una mosquita muerta, soy comprometido y me mojo.

En 'Thi Mai. Rumbo a Vietnam' da vida a una actor con poquísima suerte. Usted, antes de convertirse en quien es, se licenció en Educación Física y se pateó todos los garitos de este país haciendo monólogos. Si he podido capear estos años de locura ha sido porque estuve ahí, precisamente. Yo salía del bar y pedía a la gente que pasara a verme actuar. Por cierto, voy a retomar los monólogos. Ya estoy escribiendo cositas. En febrero empiezo en Valencia.

En febrero son los Goya, premios que ha presentado durante tres años. ¿Dónde los verá? En mi casita del campo. En la Academia estaban muy contentos conmigo, me dijeron que los podía presentar todas las veces que yo quisiera. Reflexioné y supuse que estaba bien descansar. Prefiero no ir a la gala. Si voy, me enfocarán o tendré que dar algún premio. Optaré por ver la gala tranquilo en casa y disfrutar de los nuevos fichajes (Sergio Sevilla y Joaquín Reyes). Hago lo que los políticos no hacen: cuando llevas dos o tres añitos, retirarse y que entre otro.

Regresando a 'Thi Mai. Rumbo a Vietnam'. La abuela coraje a la que da vida Machi ¿le ha hecho pensar en sus propios abuelos? Claro. Mi abuelita sigue viva. Los demás no. Pero tengo unos estupendos recuerdos. Cumplieron el rol de abuelos a la perfección.

Malcriar. Sí. Y cubrirte las mentirijillas. En mi caso, ir a verlos era un acontecimiento. Me cuidaron en momentos puntuales y no ejercieron de mis padres. Obviamente cada familia y cada circunstancia es un mundo, pero a día de hoy los abuelos tienen que encargarse de los nietos. Y eso no es culpa de los padres de las criaturas sino del sistema. El curro es el que hay y los salarios son los que son.