La actriz Ana Morgade ha hecho numerosos monólogos de humor, pero recientemente ha dedicado uno que, más que hacer reír lo que pretende es llevar a la reflexión. La cómica presentó la última entrega de los Premios Max, donde en una de sus intervenciones denunció la discriminación de las mujeres en un terreno que ella conoce bien: la creación de textos. Las autoras siguen siendo tratadas de manera diferente que sus colegas masculinos, lamenta.

Cuenta Morgade que, al finalizar un espectáculo, un hombre se le acercó, le felicitó por su actuación y le preguntó quién le había escrito el texto. "En algún momento dio por sentado que si el texto era bueno pues... tenía que tener un hombre detrás. ¡Claro que sí! ¿Cómo iba a haberlo escrito yo?". La artista defiende que no hay diferencia entre los textos escritos por hombres y mujeres, en una de las intervenciones más recordadas de la ceremonia.

A continuación, el monólogo completo de Ana Morgade en la entrega de los Premios Max:

"Siempre somos menos, o igual se nos hace de menos, no sé. Además de actriz y autora yo soy monologuista. Esta es una de las palabras sí me encanta, porque es uno de los pocos oficios que en neutro acaba en ‘a’. Toma, ‘pa-ti’. Sí, hay que ser chico con ‘o’ pero monologuista con ‘a’. ‘Pa-ti’.

Al terminar uno de los espectáculos de monologuistas con ‘a’, todos chicos con ‘o’ menos yo, un chico con ‘o’ se me acercó con ‘o’ y me dijo sin ninguna vergüenza con ‘a’: Oye, me ha encantado tu texto. ¡Me ha encantado! ¡Buenísimo! ¿Quién te lo ha escrito? Esto es real. Seguro que a ningún monologuista con ‘a’ que sea chico con ‘o’ le hace la misma pregunta. Claro, en algún momento dio por sentado que si el texto era bueno pues… tenía que tener un hombre detrás. ¡Claro que sí! ¿Cómo iba a haberlo escrito yo?

Sí, sí, eso pasa ahora. Bueno, yo siempre he entendido que las palabras no tienen género. Quiero decir, que tienen el género de los que evocan pero no del que las crea. Porque no sé, a lo mejor yo me doy cuenta y sí que hago textos de mujer, no lo sé. Nó sé cómo son las palabras de mujer. ¿Cómo serán? Igual se maquillan, se sientan con las piernas cruzadas, son rositas, no sé… Yo nunca las he sentido así. Alguna vez habéis leído un texto y habéis pensado; ¡qué de hombre son estas palabras! ¡Son muy de hombre! No, ¿verdad? Bueno, es que yo creo que no podemos escribir tan distinto. A lo mejor lo que pasa es que escuchamos muy distinto.

Este texto sí que es mío, lo escrito yo, con ‘a’. Y siempre que escribo comparto lo que yo creo que tenemos todos los autores que es lo que llamo la vocación de eternidad: uno escribe siempre deseando que las palabras lo pervivan, que duren para siempre, que se entiendan siempre… No es mi caso esta vez, no lo escrito así. Porque yo deseo con todas mis fuerzas que este texto se muera un día, que deje de significar, que alguien un día, no sé cuándo, lea esto y piense: qué estupidez, si es evidente que no hay ninguna diferencia entre las voces que dan vida a las palabras. Si no hace falta distinguir si la voz eterna y vibrante y sonora del teatro, la colcha que nos cubre, que nos reconforta, que a veces nos hiela, que a veces nos mata tanto de calor que tenemos que salir a la calle a gritar y a pensar y a vivir y a cambiarlo todo, qué importa si esa voz nace de las trizas que ha unido el delicado puño de un autor o… o de una autora."