Cambia el año pero no cambia el Barça. Con la misma soltura con que despidió el 2017 goleando al Madrid en el Bernabéu, despachó al Levante al retomar la Liga. Un triunfo por 3-0 como si fuera lo más natural del mundo ante un rival bravo, que quiso frenar a los azulgranas con faltas, y que perdió el entusiasmo en cuanto se dio cuenta de que estaba en la casa del líder.

No tardó mucho. Apenas el tiempo que emplearon Alba y Messi para encontrarse en una jugada que repiten partido tras partido. La combinación más provechosa del equipo esta temporada marcó el camino de la victoria. A esa asociación se añadió la que forman Sergi Roberto y Luis Suárez. Las dos parejas, que suman cinco asistencias cada una en la Liga, se han convertido en los principales resortes ofensivos del Barça. Por muy vista que sea, por mucho que se repita, la especial conexión que forman los laterales con los puntas, el Levante tampoco fue incapaz de neutralizarlas. Y es que por muy estudiados entre sí que se tengan los rivales gracias a la tecnología, el talento, la inspiración, es muy difícil de contrarrestar. Sobre todo, si en el campo está el cerebro futbolístico más privilegiado del mundo.

Messi es mucho más que un goleador por muy extraordinaria que sea su capacidad de remate, menos eficaz de lo habitual ayer en la división entre intentos y goles. Es el motor que arrastra al Barça, un bólido demasiado rápido para el Levante, que quedó abollado en el primer tiempo. Tras el descanso, solo encajó el gol de Paulinho en el tiempo añadido. Insinuó peligro el once valenciano cuando conseguía recuperar el balón entre los centrocampistas del Barça, donde faltó algo de fluidez con la presencia de Paulinho de interior y la ausencia del sancionado Busquets, siempre un puntal para el Barça.

Rakitic ejerció de mediocentro. Por fortuna, estaba Iniesta, insustituible en la sala de máquinas para marcar el tempo del juego, tan discretamente entusiasmado con la vidilla que le da Valverde que hasta hizo faltas tácticas. Necesarias para atajar las escapadas del Levante, que se concentraron en las fases iniciales de cada mitad. Al principio las frenó Mascherano; luego debió intervenir Ter Stegen para que el culé no se intranquilizara con un hipotético 2-1. Los goles llegaron con los dos principales delanteros del equipo, aunque ya son tres en el campo.