Su padre, el bicampeón mundial de ralis, anda en una silla de ruedas, malhumorado tras romperse el tendón de Aquiles jugando al fútbol. Con silla y muletas llegará mañana a Mónaco, junto al resto de la familia Sainz. Nadie quiere perderse la gran cita, el gran premio en el que Carletes está llamado a hacer algo grande. «Me pondré la gorra de la suerte el sábado y a por todas», dice el joven de 20 años.

Menos mal que ha recuperado esa gorra gris, con el bordado de Red Bull y Estrella Galicia, su amuleto. «La estrené cuando me subí, por primera vez, a un Red Bull de F-1 hace dos años, la llevé cuando gané las World Series y la estoy llevando todo este año, de momento estupendo», dice. Y resulta que Fernando Alonso se la quitó de la cabeza durante el paseo de pilotos en Montmeló y la lanzó al público. «La verdad es que no sabía que había una gorra tan importante…», dijo el asturiano para disculparse en tono de broma. Sainz pidió a través de las redes sociales que por favor se la devolvieran, y el fan que se apropió de ella se la ha enviado por mensajero. «Está viniendo», dijo aliviado ayer en el paddock de Mónaco, después de hacer el sexto mejor tiempo.

Halagos de Fernando Alonso

El Toro Rosso es un buen coche descargado de gasolina, «pero sufrimos mucho al principio de carrera, porque el equilibrio no es bueno con los 100 kilos de combustible». Y se desespera perdiendo posiciones frente a otros coches más rápidos. Aquí, en Mónaco, podrá defender mejor en el angosto circuito monegasco donde adelantar es casi imposible, de ahí lo importante que es calificar delante. Y Sainz clasifica de perlas. «Si tuviera que destacar su mayor virtud, lo que más me ha sorprendido es su velocidad pura, cómo saca el máximo del coche a una vuelta», dice de él su admirado Fernando Alonso, el mismo que ya avisó hace años, cuando Carletes aún rodaba en kárting, que «después de mí solo veo a Sainz».

Pero la lluvia que ha inundado las calles de Mónaco en la segunda sesión de este jueves apenas ha dejado rodar a Sainz. «Lo más importante cuando debutas aquí con un F-1 es poder rodar, ir cogiendo confianza. Y no he podido. Lo mejor es que el coche está bien, lo noto muy equilibrado y eso me da confianza». El sábado puede ser un gran día para el joven Sainz, aunque él espera que, ya con su gorra talismán, el domingo pueda ofrecer una alegría a toda su familia.