En el cerro conocido como Cabezuelas del Tarajal -también denominado en la bibliografía Cerro del Camino del Tarajal-, situado en la confluencia de los ríos Salado y Zagrilla, y abrazado por ambos, encontramos el más importante asentamiento del Bronce Final en el término de Priego de Córdoba, donde se han encontrado abundantes fragmentos de cerámica a mano, bruñidas, pintadas, etcétera. Este cerro presenta una amplia cima amesetada que se encuentra amurallada en todo su perímetro. La fortificación es bastante compleja, con fuertes bastiones cuadrangulares, recintos interiores, y evidencia de una puerta de acceso al poblado.

Aunque sus distintos aparejos y grosores pueden hacer pensar en distintas cronologías, lo más seguro es que este amurallamiento se sitúe cronológicamente en torno al siglo VI antes de Cristo. Se ha interpretado que los pobladores del cerro del Torreón del Esparragal se trasladaron, en torno a comienzos del primer milenio, a las Cabezuelas del Tarajal; este movimiento tan concreto ejemplifica una progresiva concentración de la población de la zona, en la que estarían implicados otros grupos humanos.

Se ha constatado que las Cabezuelas del Tarajal sigue estando habitado en época ibérica, aunque parece ser que en el último tercio del siglo II a.C., coincidiendo con la romanización de la comarca, las Cabezuelas del Tarajal son abandonadas por sus pobladores, que muy probablemente se trasladaron a Torre Alta; la finalidad de esta mudanza es claramente estratégica, ya que este último lugar ofrecía mejores condiciones para su defensa.

Frente a las Cabezuelas del Tarajal, al otro lado del río, asentada sobre la cota más alta de la pequeña meseta de forma ovalada de un disimulado pero estratégico cerro, de unos 490 metros de altitud, se levanta una hermosa torre de planta cuadrada. Desde ella sólo se divisan las torres del Espartal y la de Fuente Alhama, sin embargo, su campo de visibilidad es suficiente para ejercer su papel de defensa del fértil valle medio del Salado en su confluencia con el río Zagrilla, viejo camino de penetración desde las Sierras Subbéticas a las tierras oligocénicas de la campiña cordobesa, y vía natural de acceso a la comarca de Priego desde el norte y Alcaudete. Hay que tener en cuenta que el actual paso por el desfiladero de Las Angosturas que permite comunicar esas dos poblaciones no fue abierto hasta el siglo XX.

Con el nombre de torre de Barcas se conoce este pequeño castillo, que formaba parte del sistema defensivo de la villa de Priego durante los siglos finales de la Edad Media. Fue construido con posterioridad a 1370, año en que el rey Enrique II donó a Priego y su territorio, como señorío, a Gonzalo Fernández de Córdoba, titular de la casa nobiliaria más importante de Córdoba. Estuvo en uso militar hasta la guerra de Granada (1482-1492) y entre sus funciones estaba la defensa del pasillo Priego-Alcaudete y atender a las torres atalayas dispuestas en su entorno. Para el mantenimiento de este castillo, el rey entregaba todos los años cierta cantidad de maravedíes, así como trigo para hacer pan y cebada para los caballos.

La fortificación consta de una torre de planta cuadrangular y alzado troncopiramidal, de 16 metros de altura, con fábrica de mampostería reforzada en las esquinas con sillería. El ladrillo se usa en las dos bóvedas vaídas que cubren sus dos plantas de alzado, así como en las bovedillas de los huecos (ventanas) y en las escaleras. En la planta baja se conservan también los restos de un pequeño aljibe.

En el terrado o azotea de la torre se dispusieron una serie de ladroneras o balcones cuya misión era impedir la aproximación del enemigo hasta la base de la edificación. De estos balcones se mantienen los canes de piedra que los sustentaban, dispuestos en las esquinas y en los centros de los muros. A través del hueco dejado entre los canes se disparaban las flechas) y otros elementos arrojadizos eventuales.