Frente a nosotros se levanta el cerro de la torre de las Cabras, poblado de espeso matorral de jara blanca, aulaga, romero, lentisco, retama, tomillo, esparto, acebuches y chaparros. Evitando las colmenas situadas en su ladera suroriental, podemos acceder a la cima para conocer los restos de la torre que le da nombre. Se trata de una atalaya cilíndrica de mampostería de piedras calizas, con cuerpo inferior macizo. Sólo se conserva una altura aproximada de 1,60 metros y su diámetro es de 4,15 metros. Es posible que la Torre de las Cabras fuese una de las muchas construidas por los nazaritas entre 1332 y el año 1341, fecha en que Alfonso XI reconquistó definitivamente para las armas de Castilla la ciudad de Priego. En aquellos años, la frontera estuvo situada entre la comarca de Priego por parte musulmana y los términos de Luque, Zuheros, Carcabuey y Cabra por parte cristiana. Probablemente, la frontera cristiano-nazarí estuvo señalada por el curso del río Salado de Priego. Por ello, las torres están alineadas en su margen derecho preferentemente.

Sus características debieron de haber sido las propias de estas torres: cilíndrica, macizada hasta una parte, con abertura o ventana para el morabito en el tercio superior y acceso elevado. Desde el cerro donde se asienta la torre se obtiene una impresionante panorámica de la ciudad de Priego de Córdoba y de las rutas que a ella conducen desde el noreste. Por tanto, resulta factible que su misión principal fuese la de controlar posibles penetraciones enemigas hacia la ciudad de Baguh (Priego) por esas vías. El camino desciende ahora hacia la fuente de los Azores, rodeado de un encinar con espeso sotobosque.