Unos diez kilómetros al norte de Priego, por la carretera A- 333, se llega a la aldea de El Cañuelo, emplazada sobre terrenos triásicos dominados por margas y yesos. La existencia de este caserío se conoce, al menos, desde el siglo XVIII, si bien todavía a mediados del siglo XIX, Ramírez y las Casas-Deza la definía como cortijada dependiente de Zamoranos, población a la que acudían sus habitantes a escuchar misa y recibir los sacramentos, ya que no tenía ni parroquia ni ermita. Por aquellos años, la aldea de El Cañuelo tenía más habitantes, ya que contaba con 60 vecinos y 216 habitantes (en la actualidad tiene sólo 133 vecinos) y, al igual que hoy, tenía alcalde pedáneo, que dependía de Priego.

En el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz encontramos más datos de cómo era la aldea en aquella época: se componía de 60 casas agrupadas en dos pisos y de unos 18 pies de altura; en las inmediaciones había algunas viñas y olivares, «estando la parte restante de su demarcación destinada a cereales», y producía trigo, cebada, garbanzos y otras semillas, ganado vacuno y lanar y alguna caza menor.

En la actualidad, El Cañuelo es una tranquila aldea y cuenta con parroquia y hasta una pequeña ermita. En la segunda mitad del siglo XX se edificó en la parte alta del pueblo la iglesia actual, la parroquia de Nuestra Señora de la Cabeza, edificio moderno de planta rectangular y de gran tamaño, que sustituyó a la antigua ermita, que fue derribada y en cuyo solar se edificó la Casa de la Cultura, que hace las veces de edificio multiusos. Destacan como base de la decoración de esta iglesia las vidrieras diseñadas por el pintor Antonio Povedano, muy vinculado la localidad, que desarrolló un espléndido programa iconográfico basado en los sacramentos. En realidad «el pintor de la luz», como se conoce a Povedano, nació en el Sabariego, una aldea de Alcaudete, pero, huérfano de padre antes de nacer, su madre se trasladó pronto al Cañuelo, donde Povedano vivió hasta que comenzó sus estudios artísticos en Córdoba y luego en Sevilla y Madrid.

Continuando por la calle Fuente, y una vez pasada la almazara, llegaremos a la Fuente Alta, de un caño y con un pilón rectangular, que vierte a otro abrevadero auxiliar. Al lado hay un pequeño lavadero al aire libre, excavado en el suelo y construido con piedras. La fuente originariamente es romana, mientras que las oquedades son posteriores.

Al final de la calle están los depósitos de agua del pueblo, y justo detrás se levanta un cerro conocido como El Pedregal, en el que crecen algunos acebuches y almendros, que se acompañan de escaso matorral de cornicabra, retama y espino negro. Merece la pena trepar hasta lo alto del mismo para contemplar la panorámica de la aldea, rodeada de colinas en cuyas cimas se levantan airosas torres medievales. Si nos fijamos en la roca madre que aflora por todo el cerro podremos ver algunos fósiles de anmonites, y también unas curiosas estructuras excavadas en la piedra a modo de piletas, que, según Fernando Leiva Briones, podrían estar relacionadas con el yacimiento del Cerro de la Mesa de Fuente Tójar, muy próximo y al otro lado de la carretera.

De regreso a la aldea, podemos dirigirnos a su extremo oeste, al Barrio Bajo, concretamente a la calle de la Cruz, donde veremos una pequeña ermita, construcción popular de planta cuadrada y tejado a tres aguas, que cobija la Santa Cruz y una imagen del Corazón de Jesús.

En las afueras de la aldea del Cañuelo, al final de la calle San Luís y al lado del arroyo del Letrado hay otra fuente, conocida como Fuente del Cañuelo Baja, construida en bloques de piedra con un caño de metal y pilón de planta rectangular. Se surte de un manantial situado a unos 20 metros más arriba, y aunque actualmente presenta poco caudal, posiblemente sea debido a la falta de mantenimiento. Al parecer, existía un lavadero bajo la fuente, de gran arraigo.