Roberto Fernández y sus chatos de vino de Aragón son otro fijo de la Feria de Córdoba. "No sé decir exactamente, vengo desde hace casi 30 años", afirma. Tiene dos hijos aunque no está seguro de que continúen con la tradición familiar que inició su padre. "Hago al año once ferias", explica, al tiempo que relata que "lo bueno de esta profesión es que, si te gusta, tú eres tu dueño". Lo malo, "cambiar constantemente de ubiación y bregar en cada lugar con los ayuntamientos y la burocracia". A pesar de la crisis y todo lo demás, no quiere quejarse. "Vamos tirando, que es lo que importa, ¿un chatito?".