La vida de Carmen Álvarez, o Meli, como la conocen todos, es una historia de superación con final feliz. De ama de casa sin expectativas y con empleos eventuales encontró en Fepamic «otra vida», que «me ha supuesto una superación, una estabilidad y encontrar un gran equipo de trabajo». Hoy, Meli es como «la madre de todos» en la residencia para discapacitados gravemente afectados que Fepamic tiene en la calle Dolores Ibárruri, donde, tras nueve años de trabajo, es la coordinadora de un grupo de 15 cuidadores y monitores, de los 60 con que cuenta el centro.

Carmen Álvarez tiene un 51% de minusvalía por enfermedad de Crohn. Trabajaba de limpiadora con contratos temporales en hoteles y cubrió una baja de monitora en el IES Trassierra. Después, dice, «me quedé parada y como Fepamic me pillaba cerca de casa, eché mi curriculum». Ella quería una estabilidad laboral y en Fepamic le ofrecieron el puesto de cuidadora, «algo que yo no había hecho en mi vida, salvo cuidar a mi madre y mi hermana». Por eso, cuenta que «al principio lo pasé mal, porque ver tantas enfermedades me recordaba a mi familia y estuve a punto de irme». Pero con tesón e ilusión y «con el gran apoyo de mi directora en la residencia, Sara (hoy presidenta de Fepamic), que me daba confianza y me animaba en todo» ha conseguido ir pasando por varios puestos de trabajo y turnos en la residencia hasta alcanzar hoy una responsabilidad, la de coordinadora.

«Mi prioridad son los usuarios y que el trabajo salga perfecto», cuenta Meli, que se implica tanto en la residencia que confiesa que «a veces lo paso muy mal porque me afectan las cosas, me llevo los problemas a casa». Los que la conocen dicen que consigue que «coma el que no hay manera que lo haga» y que ha conseguido un gran clima de trabajo. «Yo a todos los residentes los considero como míos», dice Carmen Álvarez, que a sus 54 años es madre de cuatro hijos y tiene 11 nietos.

En Fepamic ha aprendido también a usar el ordenador gracias a un curso de informática y, «de no tener ni idea, ahora me defiendo muy bien».

En la residencia de discapacitados gravemente afectados trabajan 110 personas que forman un gran equipo. «Estaba metida en un mundo cerrado y tenía muy baja la autoestima», confiesa, y «aquí he encontrado otra vida». H