Todos los niños sueñan con llegar a convertirse en estrellas del fútbol, pero muy pocos llegan y ya más creciditos se les queda esa espinita: acaparar focos, jugar en los grandes estadios, levantar copas, salir con modelos y conducir cochazos. Un aficionado se quitó, en parte, ese pellizquito, no por las copas, ni las modelos, sino porque aprovechó el descuido para meterse en el coche de Sergio Ramos.