Hay estampas que a los urbanitas, a fuerza de ver a los animales de granja solo cuando están listos ya para hincarles el diente, resultan anacrónicas si se presencian en vivo y en directo. Una de esas estampas, envueltas en sonidos y olores que transportan directamente al campo, es la del rebaño trashumante que, al cierre de una temporada, cambia de entorno en busca de nuevos pastos. El puente de El Arenal fue ayer escenario del trajín de 1.500 ovejas merinas, guiadas por la mano experta del biólogo Felipe Molina, quinta generación de la ganadería Las Albaidas y maestro en las labores de pastoreo. "Vamos camino de la Sierra, a repartir las ovejas en la zona del castillo de La Albaida donde pasarán el invierno", explica mientras atiende el nacimiento de un cordero y obliga a la madre a olerlo antes de que salga corriendo y se reúna con el rebaño. "Ahora empieza la paridera y unas 500 ovejas parirán de golpe, solo hoy han nacido 25 corderos que se venderán en Navidad", señala con el recién parido envuelto en líquido colgando de su mano. Enamorado de su trabajo, asegura que un buen pastor debe tener vocación. "Es muy duro, las horas que echas con el ganado de sol a sol no compensan si no te gusta", comenta al tiempo que se refiere al momento actual. "Nosotros siempre hemos estado en crisis, ahora el problema es que los costes se han multiplicado y los beneficios por oveja son los de hace 20 años".