No sé si es que ayer arreglaron o pusieron a punto el reloj de la plaza de Las Tendillas, lo que sé seguro es que las campanadas se escuchan ahora perfectamente a varios kilómetros a la redonda, según sople el viento. Las de las cuatro, en plena siesta y aún con esta calor, las escuché desde más allá del Realejo. ¡Qué sonoridad!