Aveces el misterio cede el paso a la incredulidad. Y las preguntas desembocan en más preguntas dejando en el aire una sensación de desconcierto. Eliminadas las hipótesis de una despresurización, un fallo en el motor o una explosión en pleno vuelo, el extraño comportamiento del Airbus A320 de Germanwings que el martes 24 de marzo se estrelló en los Alpes franceses, abrió otro escenario terrible, desvelado ayer Brice Robin, el fiscal de Marsella encargado de la investigación del siniestro en el que perdieron la vida 150 personas. Andreas Lubitz, un joven piloto alemán de 27 años, con 630 horas de vuelo, formado en la escuela de Bremen y que entró en la línea de bajo coste de Lufthansa en el 2013, accionódeliberadamente el mando que llevó el aparato hacia el abismo. Por una razón que se ignora pero que, según el fiscal, se puede interpretar «como una voluntad de destruir el avión».

Cuarenta y ocho horas después de la catástrofe, Robin compareció ante la prensa tras haber informado a las familias de las víctimas del contenido de la única caja negra hallada hasta el momento. «La caja negra de la cabina de pilotos ha hablado, porque tenemos la transcripción de los últimos 30 minutos de ese vuelo», comenzó diciendo. A continuación, relató con precisión de cirujano qué pasó a más de 11.000 metros de altura durante esa media hora fatídica.

Durante los primeros 20 minutos, los dos pilotos conversan normalmente, de manera distendida, incluso. «No pasa nada anormal». También es normal el contacto con los controladores aéreos franceses. A las 10.27 horas alcanza la velocidad de crucero, sobrevuela la ciudad francesa de Toulon y unos minutos más tarde se escucha al comandante repasar el procedimiento a seguir para aterrizar en el aeropuerto de Dusseldorf.

RESPUESTAS LACÓNICAS

Las respuestas del copiloto son «lacónicas». El último contacto con los controladores aéreos se produce a las 10.30 horas. A partir de ese momento la caja negra registra el ruido de un asiento que se mueve y el de una puerta que se cierra. El comandante deja unos minutos su puesto, parece que para ir al baño, y le pide al copiloto asumir el mando. «Él sale diciéndole: te dejo a tí al mando», explica Robin. Ya solo en la cabina, Lubitz acciona el botón de 'Flight Monitoring System' para ordenar el descenso del aparato, algo que solo puede ser voluntario, porque no se pone en marcha de forma accidental. Cuando el comandante regresa, pide varias veces al copiloto que le abra la puerta blindada de la cabina, siguiendo el procedimiento habitual, que consiste en marcar un código de seguridad y mostrándose a través de un interfono con cámara. No tiene éxito. Golpea luego la puerta cada vez más fuerte. Nada. No hay respuesta.

Mientras, en el interior se escucha una respiración humana, que se mantiene hasta el impacto final, lo que quiere decir que el copiloto estaba vivo y, según el fiscal, a un ritmo que indica que estaba consciente. La torre de control de Marsella intenta varias veces contactar con el avión a través de la radio, sin respuesta. El controlador le pide entonces situarse en modo de alerta para facilitar un aterrizaje de emergencia pero el copiloto mantiene su mutismo.

«Durante los últimos 10 minutos, es el silencio total», señala el fiscal. Es entonces cuando la Dirección General de la Aviación Civil lanza la señal de alarma. Mientras, en el interior del aparato los golpes del comandante sobre la puerta de la cabina son cada vez más fuertes, para intentar derribarla. Simultáneamente salta la alerta advirtiendo a los pasajeros de que se precipitan a tierra

El aparato impacta contra un talud sobre el que se deslizó antes de chocar a más de 700 kilómetros por hora contra la montaña. Se oyen los gritos de la gente y luego..., el impacto final. «La muerte fueinstantánea, porque al chocar contra la montaña el aparato estalló, literalmente», prosiguió el magistrado. Son las 10 horas, 40 minutos y 47 segundos cuando el Airbus A320 de Germanwings que cubría la ruta Barcelona-Dusseldorf desaparece de los radares franceses. Lo demás, ya se conoce.

LA PALABRA SUICIDIO

Al concluir el relato de los hechos, el fiscal de Marsella seguía sin explicarse por qué el copiloto impidió la entrada del comandante en la cabina y estrelló deliberadamente el aparato contra los Alpes. «No tenía ninguna razón para impedir al comandante volver a la cabina. No tenía ninguna razón para no responder a los controladores aéreos que le avisaban de su pérdida de altitud, no tenía ninguna razón para rechazar marcar un código que permitiera al avión efectuar un aterrizaje en la zona», decía con asombro.

Trató de despejar las dudas sobre un posible atentado terrorista -el copiloto no figuraba en ninguna lista de sospechosos- y explicó por qué no había empleado la palabra en la que muchos estaban pensando: suicidio. «Normalmente, uno se suicida solo. Por eso no he utilizado ese término, pero uno se puede plantear la pregunta legítimamente», dijo. La Fiscalía de Marsella ha pedido ya a las autoridades judiciales alemanas información sobre Lubitz y su entorno para arrojar luz sobre los motivos que le pudieron llevar a terminar con su vida y la de otras 149 personas. Durante el día de ayer la Guardia Civil investigó qué había podido hacer el copiloto durante el tiempo que estuvo en el aeropuerto de el Prat antes de emprender rumbo a los Alpes. Fuentes de la investigación han confirmado que Lubitz no llegó a bajarse de la aeronave durante los aproximadamente 45 minutos que tardó el pasaje en subir al avión. El comandante sí bajó para hacer una inspección ocular y exterior del mismo. Desde el martes, los investigadores franceses cuentan con las imágenes de las cámaras de seguridad del aeropuerto de Barcelona con los pasajeros facturando y accediendo al finger de entrada al avión, informa Mayka Navarro.