Si Carles Puigdemont no va a la montaña, la montaña va a Carles Puigdemont. Y una montaña de gente, decenas de miles, se acercaron este jueves a una gris, fría y lluviosa Bruselas, es decir, Bruselas en estado puro, para hacer oír su voz y aclamar al 'expresident'. Decenas de buses colpasaron el centro de la capital burocrática de Europa. La radio local alertó de la 'manifestation des catalans'. Por el centro solo se vieron 'estelades'.

Llegaron por tierra y aire, y estos últimos se dieron un buen madrugón. El inicio de la experiencia histórica de un día se iniciaba a las 4 de la mañana y prometía el regreso pasadala medianoche. Con transporte incluido hasta la manifestación, el coste era de 420 euros. Homologable a lo que cuesta ir a ver un partido de Champions en un viaje igualmente relámpago.

Tomando en cuenta que los aviones chárter se poblaron de gente venida, algunos, de poblaciones distantes más de una hora de Barcelona el esfuerzo fue, para muchos, 'no tanto homérico como 'guardiolesco'.

Si cuando se discutía, allá por el 27 de octubre, día de la proclamación simbólica y política pero no legal de la independencia, cómo tomar el control de las infraestructuras la ANC hubiera montado un algo, el trabajo hubiera estado hecho. La muchedumbre tomó a esas malditas 4 de la madrugada la terminal 2 de El Prat. Pacíficamente y sin un solo cántico. Claro está que la media de edad, cercana a la que antes permitía jubilarse, tampoco hubiera permitido mantener el control de El Prat mucho tiempo.

Vuelos con retraso

Ya dentro de uno de los aviones, el democristiano aliado con ERC, Antoni Castellà, se sentó a una fila del convergente Josep Maldonado, quien registró en enero del 2016, cuando se alejó de la política activa, una buena marca de 37 años de permanencia en cargo público. Este diario no pudo ser testigo de saludo alguno.

Los vuelos funcionaron con retraso, como suele ser habitual en estos casos. Una culpa que seguramente no debe recaer en la compañía húngara que trasladó a los manifestantes.

Ya en suelo 'sedición-rebelión free', es decir, Bélgica, sorpresa por la ausencia ya no de sol, sino de luz. "Aquí no deben de tener cáncer de piel, no", espetó un viajero del Berguedà. "Pero sí muchos suicidios", respondió una de sus compañeras en modo cuñado.

Último tramo a pie

"Il faut demarrer", gritó un pasajero con notables conocimientos de 'belga' al conductor del autobús. Se llegaba tarde. Y además, el colapso producido por los propios catalanes provocó que buena parte de ellos hicieran el último tramo a pie.

Ya en la manifestación, las consignas de siempre. El 'mundo CUP', a falta de representantes, a tenor del perfil de los presentes, estuvo en el espíritu de "'els carrers serán sempre nostres'". Y frío. Mucho frío. Y fotos para el recuerdo. Del día que los catalanes tomaron Bruselas.