Una vecina de Alcalá de Henares, donde los socialistas celebraron un plácido comité federal, vio pasar ayer a media mañana a Susana Díaz. «¡Susana, pon orden!», dijo. «No, está todo ordenao, está todo ordenao», contestó la presidenta de Andalucía, tradicional adversaria de Pedro Sánchez. Una escena de este tipo hubiera resultado impensable hace solo unos meses, cuando la división interna en el PSOE alcanzó cotas nunca vistas en los últimos años. Pero la inapelable victoria de Sánchez frente a Díaz en mayo pasado, y sobre todo la posición del secretario general en la crisis territorial, han contribuido a reconducir la situación. Aunque las suspicacias se mantienen, hay cierre de filas en el apoyo socialista al Gobierno en su recurso al artículo 155 de la Constitución. Fijada esta posición, Sánchez quiere ahora marcar perfil propio, más aún a las puertas de las elecciones catalanas del próximo 21 de diciembre, algo que se esforzó en hacer durante su largo discurso, en el que acusó a Mariano Rajoy de dejar en herencia «un legado de cenizas».

El secretario general del PSOE dejó primero claro que mantenía su respaldo a la suspensión de competencias catalanas y la destitución del Govern como única «respuesta» posible tras la declaración de independencia. Después dijo: «Algo falla cuando la cohesión y la solidaridad entre territorios saltan por los aires, en medio de la desidia del Gobierno que vio crecer el desafío secesionista y no hizo nada para evitarlo. Un Gobierno que cuando pudo respaldar, construir, proponer y razonar, prefirió enfrentar, destruir, callar y dividir. Ese es el legado de cenizas de la derecha».

Durante una intervención plagada de referencias a la idea de una España «diversa», Sánchez también atacó a Podemos por su presunta cercanía a las tesis secesionistas, pero sobre todo se centró en el independentismo. «Viendo pasear a [Carles] Puigdemont por Bruselas, pienso que lo único que han conseguido los independentistas es desconectar de la realidad», dijo el líder socialista, que también comparó el vocabulario del secesionismo catalán con el del régimen franquista.

EL NOMBRE DE ESPAÑA / «Una de las peores herencias del franquismo fue el de intentar arrebatar a la izquierda el derecho a invocar el nombre de España. Llenaron aquel concepto de símbolos de lo que significa ser buen español. Recuerda mucho a la retórica que emplean quienes diferencian entre catalanes de primera y de segunda», sostuvo. Frente a estas tesis, Sánchez animó a que los comicios sirvan para convertir el procés en un «mal recuerdo».