Más de un mes después de las elecciones generales, en las que logró el peor resultado de la historia de su partido, Pedro Sánchez ha aceptado dar, por fin, largas explicaciones sobre su posición ante la difícil gobernabilidad de España. Tras entrevistarse con el Rey, el secretario general del PSOE ha aceptado más de 20 preguntas, pero no ha contestado a casi ninguna. Visiblemente incómodo, Sánchez ha reiterado su rechazo a Mariano Rajoy, al que ha instado a presentarse a la investidura, aunque solo sea para “poner en marcha el reloj de la democracia”.

A partir de aquí, ha dejado un reguero de dudas. No ha aclarado si su anunciado voto en contra del líder del PP puede cambiar, y convertirse en una abstención, si Rajoy obtiene el apoyo de Ciudadanos, un escenario en el que, sumado al previsible ‘sí’ de Coalición Canaria, los conservadores lograrían 170 escaños, a solo seis de la mayoría absoluta. Tampoco ha cerrado del todo la puerta a presentarse a la investidura él mismo, con sus 85 diputados, pese a que es una opción que divide profundamente a su partido y que incluso ha sido descartada por sus colaboradores más cercanos.

En un razonamiento que se le desconocía, Sánchez ha sostenido el debate de investidura es en sí mismo más importante que la formación de Gobierno. “Le he trasladado al Monarca la posición del PSOE: para superar el actual bloqueo político la condición necesaria es que se produzca la investidura. Tiene dos funciones: constituir un Gobierno y poner en marcha el reloj de la democracia. Lo trascendente no es el resultado de la investidura, sino que se produzca. Esa es la responsabilidad constitucional que tiene el presidente en funciones”, ha señalado, al tiempo que se mostraba convencido de que al final habrá un Ejecutivo porque “nadie quiere unas terceras elecciones”. En cualquier caso, si las hay, él no se considerará culpable, porque a su juicio fue quien más trabajó, a través de su frustrado pacto con Ciudadanos, “para que no hubiera unas segundas”.

LAS CONTRADICCIONES

Lo que debe hacer Rajoy, a su juicio, es “ofrecer un Gobierno conservador no continuista” a través de una alianza con Ciudadanos, el PNV y la antigua Convergència. A su modo de ver, la votación del pasado miércoles en el Parlament, que aprobó el plan de desconexión de España, no cambia nada sobre la necesidad de sumar al ahora llamado Partit Demòcrata Català a la gobernabilidad de España.

Esta tesis entra en flagrante contradicción con la que el propio Sánchez defendió hace unos meses, antes de la repetición de elecciones, cuando intentó sin éxito su investidura. En esa época el líder socialista sostenía que no se podía hacer descansar la “gobernabilidad de España sobre aquellos que quieren romperla”, y su partido aprobó una resolución en la que se comprometía a no negociar con el independentismo. Cuando se le ha preguntado si considera, pasado el tiempo, que aquella posición fue un error, ha contestado: “No”. Y no ha querido fundamentar la respuesta. “Usted me pregunta y yo le digo que no”, ha añadido, molesto.

Sánchez tampoco ha descartado por completo el llegar a la Moncloa si Rajoy fracasa o vuelve a rechazar el encargo del Rey, como hizo el pasado enero. Por un lado, ha explicado que “los españoles” han puesto al PSOE en la “oposición”, un rol que el partido jugará de forma “constructiva, útil y leal”. Por otro, ante múltiples preguntas directas sobre si intentaría su investidura llegado el caso, ha respondido: “Es el tiempo de Rajoy; dejémonos de elucubraciones. Los tiempos son importantes en democracia. Cualquier elucubración es una irresponsabilidad”. El pasado diciembre, en cambio, Sánchez no esperó a que Rajoy desistiera de intentar su reelección para anunciar que él estaba dispuesto a dar el paso. Una nueva contradicción.