Albert Rivera parece haber encontrado en el adelanto electoral, al que ha abocado a Andalucía tras romper con el PSOE, el santo grial que le devuelva a la primera línea. Descolocado tras la moción de censura contra Mariano Rajoy y el acuerdo tácito entre el presidente Pedro Sánchez y el líder del PP, Pablo Casado, para reflotar el bipartidismo, los sondeos no le auguran una victoria que desbanque tres décadas de gobierno socialista, pero sí bastantes probabilidades de darle el sorpasso al PP y colocarse como segunda fuerza regional. Una posición decisiva de nuevo para un mandato estable que Cs pretende aprovechar entrando en el Ejecutivo y tocando un poder tan inédito para ellos como necesario para recuperar el pulso político nacional. Pero para ello es vital que las andaluzas se celebren cuanto antes, a fin de poder aprovechar el rédito que su posición en el debate soberanista le da en otros territorios. Y los de Rivera no dudan siquiera en reclamar ya elecciones generales e incluso catalanas para afianzarlo.

SOLTAR AMARRAS / Desde el PSOE andaluz reprochan «las prisas» de su socio por marcar distancias y romper amarras, cuando antes de verano avalaban la buena salud del pacto y su elevado grado de cumplimiento, cercano al 70%. En estos tres años y medio, Cs ha logrado arrancar a Susana Díaz medidas económicas como la bajada del IRPF o la supresión del impuesto de sucesiones. Y pese a graves desencuentros, como la reforma de la financiación autonómica, han sido el socio más amable de cuantos han tenido los socialistas, gracias además a la buena sintonía personal con sus dirigentes. Con el líder naranja también hay un fondo de coincidencias, ya que en su postura sobre el conflicto catalán Díaz parece estar más cerca de Rivera que de Sánchez.

Pero ha sido llegar septiembre y producirse la ruptura del pacto con la excusa del incumplimiento de algunos acuerdos, precisamente los más sensibles para los socialistas: la regeneración democrática. Que Rivera está en campaña lo demuestra que azuce de nuevo con el caso ERE, arrogándose el mérito de la marcha de los expresidentes Chaves y Griñán, o el escándalo de los altos cargos que quemaron sus tarjetas de crédito en burdeles. También, que solo cargue las tintas contra los líderes nacionales, como Sánchez o Pablo Iglesias.

El posicionamiento de Cs en la cuestión independentista el pasado otoño no solo le valió la victoria en las elecciones catalanas, sino que les espoleó en los sondeos augurando incluso un triunfo en las generales por delante de PP y PSOE. Hasta que la moción de censura de Sánchez desinfló el suflé que ahora quieren volver a cocinar. «Para ganar España hay que ganar Andalucía», o «Andalucía será la llave del cambio», como aseguró Rivera el sábado desde Málaga, son parte del relato que quieren construir los naranjas y en el que salen victoriosos, de ahí que reten a Sánchez a adelantar elecciones dado que su ejecutivo también está, como el andaluz, en minoría.

BANCO DE PRUEBAS / Andalucía, pues, se convierte de nuevo en banco de pruebas, ya que serán las primeras elecciones con Sánchez como presidente, Pablo Casado como líder del PP e incluso Pablo Iglesias como apoyo del PSOE. Díaz tratará de aguantar unas semanas antes de convocar, demostrando que es ella quien marca los tiempos. Podrá además comprobar cómo respiran los ciudadanos tras la ruptura de Rivera y, sobre todo, cómo actúan el resto de partidos. «Están en modo electoral, pero hay que ver si se echan al monte y convierten el final de legislatura en un guirigay, que haría imposible aguantar siquiera unos meses, o si todavía hay cierto margen de maniobra para terminar de sacar algunos proyectos de ley que están ya en la cámara», explican desde el entorno de la presidenta. En cualquier caso, no se llegará a marzo, cuando toca, y las elecciones serán en noviembre o febrero a más tardar.

Las encuestas auguran que el PSOE mantendría sus resultados, aun bajando en votos, al igual que Podemos e Izquierda Unida, y que se produciría un duelo fratricida entre los populares y Ciudadanos.