“La clase obrera suena a Estopa y a Rosendo”. La afirmación es de Pablo Iglesias y la utiliza para apelar a la identidad obrera como fuerza motriz de Podemos, frente a una clase media “aburguesada” a la que desdeña. El giro ideológico del líder elogia lo “popular”, ensalza a los trabajadores con sueldos precarios, aplaude el sentimiento de pertenencia al barrio y se enorgullece de tener un estilo de vida "plebeyo". Sostiene que es ahí donde el partido morado debe ahondar en la batalla política y cultural para conquistar la hegemonía, en una resignificación de la transversalidad defendida por el secretario de Análisis Estratégicos, Íñigo Errejón. La viabilidad del volantazo a la izquierda, sin embargo, es cuestionada por los sociólogos consultados por este diario que, estudios en mano, ven arriesgado el viraje.

Consideran Iglesias se equivoca al denostar a un grupo social que ha impulsado a Podemos: la nueva clase media, y media alta, con profesionales de formación elevada, en especial cuando esa apuesta por el obrerismo llega en un contexto que han venido a denominar ‘posmalestar’. El electorado ha comenzado a asumir la nueva realidad tras el impacto más grave de la crisis y esos votos derivados de la frustración de expectativas que habían hinchado los resultados podemistas están ahora en el aire. En breve, los expertos alertan del riesgo de centrar las esperanzas de crecimiento en una clase popular que da signos de resignación y desdeñen, en cambio, a unas franjas ilustradas de la población que han funcionado históricamente como precursoras del cambio en el Gobierno.

Los sociólogos apuntalan sus valoraciones en los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y otras encuestas propias. Sostienen que, según la categorización establecida, Podemos cosecha más votos entre los segmentos considerados clase alta, media y media alta (los primeros de la tabla) que entre los obreros, aunque en alguna de estas franjas aisladas el partido morado obtenga mejor resultado que PP o PSOE. Podemos se impone al bipartidismo especialmente entre los estudiantes (voto joven pero escaso porcentualmente en el electorado por el envejecimiento de la población española) y los parados (grupos con frustración de expectativas).

Otros estudios, como el de Metroscopia, señalan que los electores morados que se perciben como clase media, media-alta o alta son más (29,4%) que los que dicen pertenecer a la baja o media baja (22,5%).

LA AMENAZA DE ABSTENCIÓN

Juan Jesús González es catedrático en Sociología e investiga la base social de los nuevos partidos políticos. Su estudio concluye que el éxito de Podemos radica no tanto a la clase baja, sino en una nueva clase media (el término ‘clase de servicio’, acuñado por el sociólogo neoweberiano John Golgdthorpe), integrada por profesionales medios y superiores, directivos, y técnicos con amplia formación, fundamentalmente pertenecientes al sector público de la educación, la sanidad o la justicia. Este grupo de población, afirma, es el principal sostén de Podemos. Según sus análisis, el 18% del voto morado proviene de este perfil, superior al 12% de los obreros. González enfatiza en que, más allá del peso proporcional, esa nueva clase media dispone además de una mayor capacidad de influencia para actuar como arrastre de otros grupos sociales. “Con los datos que tenemos, la estrategia de Iglesias es un disparate.

Las nuevas clases medias combinan un apoyo significativo a Podemos con un rechazo significativo al PSOE. Pero si el partido se queda en las esencias obreristas, se replantearán su apoyo a un discurso neocomunista”, opina. A su juicio, este electorado se siente decepcionado porque Iglesias no impidió que Mariano Rajoy fuese reelegido, no le gustó la alianza con IU y podría irse a la abstención.

Coincide el catedrático de Sociología de la Uned Luis Garrido. “Es un error estratégico de primera magnitud. Iglesias hace movimientos que no le convienen ni a su crecimiento electoral ni a la solidez racional del proyecto por cuestiones puramente tácticas, como quitarse de encima a [Íñigo] Errejón”, sostiene. Garrido subraya que Podemos hasta ahora ha conseguido atraer a un núcleo de población molesta porque siente que aporta más de lo que percibe, a través de impuestos, y a jóvenes que no reciben ayudas que sí llegan, por ejemplo, a los pensionistas (quienes votan mayoritariamente al PP). “Si Iglesias no atrae a los socialdemócratas desencantados con el PSOE, está perdido y esta jugada le va a salir carísima, va a perder mucho voto”, insiste.

La directora del Gabinet d’Estudis Socials i d’Opinió Pública (GESOP), Àngels Pont, matiza. “Más que un voto de clase obrera o clase media, es un voto joven descontento. Son los hijos de votantes del PSOE que ven sus expectativas truncadas. Es gente que puede tener un alto nivel de estudios pero algunos tienen condiciones laborales precarias”, señala y enfatiza lo preocupante de que 4 de cada 10 votantes morados admitan que con Iglesias Podemos no llegará a gobernar. En qué se traduce esa frustración electoralmente es la gran incógnita.

OPTIMISMO RESIGNADO

José Pablo Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia, sostiene que ha comenzado a percibirse un clima de “posmalestar” en el que los ciudadanos creen que lo peor de la crisis ha pasado, y paradójicamente asumen que no podrán recuperar por completo su nivel de vida pero combinan un cierto optimismo con algo de resignación. En este contexto en el que la población se adapta a la nueva realidad, opina, los partidos empezarán a ajustar sus discursos. Si la renovación del PSOE logra pescar en esos caladeros es algo que está por ver.