Pablo Iglesias se resiste a una negativa por respuesta y vuelve a presionar al PSOE, ahora por carta, para que repiense su rechazo a la moción de censura contra Mariano Rajoy que anunció el jueves. Los últimos escándalos de corrupción del PP espolearon una decisión que Podemos venía analizando desde hacía tiempo, pero hay otras razones de peso que alimentan la iniciativa y bajo todos ellos late la obsesión anti-PSOE: la determinación de golpear frontalmente al rival con el que pugna por la misma horquilla de electorado, aprovechando su situación de vulnerabilidad con el objetivo último de superarlo y someterlo.

El momento no es baladí. La dirección morada observa con inquietud que no despega en las encuestas, a pesar de que los socialistas están varados en una crisis existencial desde octubre, y tras haber constatado que, incluso sin líder, han conseguido taponar la fuga de votantes que se marchaban a la fuerza morada. Es consciente de que no ha capitalizado una oportunidad dorada y que el tiempo de regalo termina. El 21 de mayo el PSOE volverá a tener secretario general.

Con esa preocupación en la retina, la ciénaga de corrupción en el PP, el incidente con la cadena SER de Irene Montero y el vapuleo en las redes sociales a los últimos tuits del partido, aceleraron el jueves la decisión de poner en marcha una iniciativa que nace muerta (PSOE, C’s y PNV la rechazan), pero que permite a Podemos volver a la arena política y trata de situar a los socialistas en el abismo: o se unen o pagan el coste de aparecer como el salvavidas de Rajoy.

O AL PARTIDO O AL NUEVO LÍDER / Lo admite la familia anticapitalista en un comunicado, en el que reconoce que la iniciativa es «un buen movimiento táctico» con tres fines: escinde el Parlamento en dos bloques definidos, genera contradicciones en el PSOE y permite hacer política «desde la indignación».

Iglesias ha de decidir ahora si presenta la moción antes de que se conozca el resultado de las primarias socialistas, lo que implicaría un ataque genérico contra el partido, o espera a conocer cuál es el nuevo secretario general y le recibe con una bala de oro en el Congreso.

El debate se celebra cinco días después del registro y Pablo Iglesias sabe que es un arma de doble filo. Puede empoderarle como líder de la oposición si logra instalar el marco de que el PSOE sustenta a Mariano Rajoy, o bien puede ver arruinada toda credibilidad si le perciben como un kamikaze.

OBSESIÓN ANTI-PSOE / Su obsesión anti-PSOE no es nueva, pero su análisis ha variado. Podemos nace (2014) con el convencimiento de que no será hegemónico si no logra «someter» a los socialistas y confía en arrastrarles hacia la pasokización, en un proceso de destrucción similar al de los socialistas griegos.

Tras la frustración del 26-J por no lograr el augurado sorpasso, cómo superar al PSOE constituye para los morados un motivo de discrepancia interno que quedó constatado en las distintas lecturas que hicieron en la asamblea ciudadana Vistalegre 2 las grandes familias moradas.

El pablismo desconfía ahora de que el PSOE «experimente un proceso de deterioro como el del Pasok en Grecia o el del Partido Socialista en Italia», cree que puede seguir siendo fuerte en algunos territorios, pero ve difícil que pueda «hegemonizar la oposición al PP».

Esto le lleva a defender contundencia contra lo que considera las incoherencias de los socialistas y levantar así la bandera como líderes de la oposición al PP, meta fundamental de esta legislatura. De ahí el discurso de la cal viva y la figura de Felipe González en el tramabús.

El errejonismo no quiere un choque frontal, aboga por ser «hábil» y no decidir la estrategia en función del PSOE. Para esta corriente, la obstinación por destruir a los socialistas obedece a viejas rencillas de otras fuerzas de la izquierda, pero no ha de marcar el camino de Podemos.Tras la victoria pablista en Vistalegre 2, este planteamiento queda superado y los afines a Íñigo Errejón se suman a la moción sin aparente entusiasmo.