Para alguien acostumbrado a hablar con "lenguaje presidencial" y a decir cosas como "dignificar la retribución" para referirse a una subida de sueldo, resulta incómodo por poco habitual encontrarse frente a un interlocutor que tiene el derecho de hacerte todas las preguntas difíciles que quiera, sobre todo cuando notas que le irritas con unas respuestas que no le convencen. Así ha sido este viernes el cara a cara entre Miguel Blesa y el fiscal Alejandro Luzón.

Con su habitual estilo dandy conservador y sus ademanes toreros, el expresidente de Caja Madrid se ha sentado en el banquillo impecablemente vestido con traje azul, corbata y camisa de cuello italiano a juego, gemelos en los puños y gomina en el pelo geométricamente peinado hacia atrás. Es decir, con la misma apariencia que lucía cuando dirigía la cuarta entidad financiera española hacia la desaparición cargando su balance de activos tóxicos equipados con un temporizador para estallar unos años después. Solo la credencial identificativa de la Audiencia Nacional que colgaba de su pecho deslucía su cuidado look.

Poco podía imaginarse cuando presidía la caja aupado por su amigo José María Aznar que en el 2016 se iba a enfrentar al dilema de sacar un sandwich de una maquina de un juzgado, como le sucedió hace unos días. Necesitó ayuda y no fue el único acusado en hacerlo: los restaurantes de lujo que frecuentaban probablemente no contaban con este tipo de equipamientos. Aunque hay que reconocerles su capacidad de aprendizaje y adaptación. Al contrario que en la primera sesión, en la de este viernes todos traían cambio para las máquinas que, claro, no admiten grandes billetes.

POLÍGONO DE ALTA GAMA

El polígono de San Fernando de Henares donde se ha celebrado el juicio, así, nunca ha visto tantos coches de alta gama y está siendo difícil aparcar estos días. Pero nada achanta a la decena de preferentistas que ha acudido esta mañana a seguir descargando la ira acumulada en los últimos años. También ellos aprenden: para evitar que, como el primer día, algunos consejeros o directivos les pasen inadvertidos y se le libren de sus gritos e insultos, ahora ya gritan a todos, incluso a los periodistas que cubren la vista oral.

Pero por mucho que le insulten y le acusen, Blesa sigue siendo aquel Blesa "presidencial", o así lo ha parecido en su comparecencia. El exinspector de Hacienda (de aquella época es su amistad con Aznar) reconvertido en banquero ha demostrado en sus respuestas que llevaba la lección bien aprendida (ha llegado a citar hasta cuatro leyes distintas y una sentencia de un tribunal de Asturias) y ha desplegado su línea de defensa con convicción y solvencia. De hecho, el resto de los acusados mostraba su contento al cierre de su intervención por lo bien que, a su juicio, había defendido la legalidad de las tarjetas.

RESPUESTAS IRRITANTES

Pero se ha encontrado con un problema: Luzón no parecía creerle y le irritaban sus argumentos. Así se lo ha hecho ver en varios momentos, hasta el punto de que la presidenta del tribunal, Ángela Murillo, le ha tenido que pedir al fiscal que dejase contestar al acusado en alguna ocasión ("No es así", ha afirmado ante una respuesta de Blesa; "No, esto no es así, usted le pregunta y él responde lo que quiera", le ha reprendido la magistrada).

El exfinanciero se ha presentado en la sala con la intención de ofrecer una imagen más humilde de la que daba en su época presidencial, pero en los momentos en que el fiscal golpeaba alguno de los puntos flacos de su defensa, ha dejado atisbar por unos segundos los dejes soberbios de antaño, como en un "¿puedo contestar ya?" con que ha respondido una de las interrupciones de Luzón.

En las respuestas a su abogado, Carlos Aguilar, se ha mostrado lógicamente más confiado y tajante. Pero las cuestiones estaban tan dirigidas que Murillo ha tenido que amonestar al letrado: "Le rogaría que en lugar de facilitarle las respuestas mediante preguntas le hiciera preguntas para que él las responda".