(Actualización)

Todo queda en falsa alarma en los alrededores de la Sagrada Família, en un par de horas con el corazón encogido, para acabar respirando hondo y confirmar que la vida sigue en la gran ciudad tras descartar un nuevo ataque yihadista. Pero ahí va otro mal trago para los vecinos de Barcelona, sensibles y aún con las heridas demasiado frescas por el atentado del 17-A. «No voy a justificar a ETA, pero por lo menos solían avisar para desalojar los lugares donde iban a atentar; y estos, ya los ves, son mucho más cabrones y retorcidos, van a hacer todo el daño que puedan, a cuanta más gente mejor», dice Manuel, empleado de un Carrefour de la calle de Marina. Él y sus compañeros han optado por evacuar el comercio y bajar persianas, atendiendo a las recomendaciones policiales, pese a que no tenían la necesidad al estar fuera del perímetro de seguridad marcado por los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana.

La inquietud y el desasosiego llevaban a escuchar versiones contradictorias entre los corrillos del vecindario próximo al emblemático edificio de Gaudí. Unos, como Juana Sánchez, se lamentaban de no poder subir a su hogar, en la confluencia de Provença con Sardenya: «¿Pues no voy a estar mejor y más segura en mi casa, protegida por las paredes que en la calle?», se lamentaba. Otros se sentían rehenes en su propio hogar, como explicaba Pilar tras hablar por teléfono con su hija. «Está en casa, pero no puede salir, no le dejan los Mossos; al menos está con el novio y no se agobiara tanto», describe. Tuerce el gesto al pensar en las consecuencias que hubiera comportado un ataque real en la zona, «siempre tan frecuentada», y lamenta las malas intenciones de «los del otro lado»: «Parece que estén poniendo a prueba nuestra capacidad para soportar el miedo, y deben saber que no nos vamos a rendir».

Ella y su marido representan la firme convicción de la ciudadanía de no dejarse amedrentar por radicalismos, aguardando con paciencia en la terraza de una cafetería que todo se ponga en su sitio. Son mayoría quienes encajan con aplomo el episodio una vez han confirmado que su gente se encuentra bien.

Serenidad

Pragmatismo y normalidad ante las sacudidas del terror. Ambas las muestra Ariel cuando descubre que le han cerrado el supermercado y bromea con su amiga «con qué restos arqueológicos del congelador» van a acabar engañando el estómago. Mientras, arrecian los rumores entre los vecinos. Se habla de un detenido, incluso dos. Hay quien sostiene ante un grupo que por la mañana ya se olía "que algo iba a pasar" porque había presencia de Mossos en Provença con Lepant, "un despliegue del todo inusual".

Pasan los minutos, se aplacan los ánimos y los medios informan de que no hay peligro real en la zona. Disgusto, sí, pero al menos la falsa alarma no ha sido en balde: Barcelona ha confirmado que su proclama contra el miedo es mucho más que un lema.

(Avance) Los TEDAX de los Mossos d'Esquadra han confirmado que el artefacto sospechoso que ha activado la alerta antiterrorista en la Sagrada Família de Barcelona no era ninguna bomba.

Mossos y la Guardia Urbana han abierto un perímetro de seguridad en las inmediaciones de la Sagrada de Familia de Barcelona. También se han desalojado a los viajeros que se encontraban en el metro en las estaciones de las líneas 2 y 5.

En estos momentos, está cortada la calle Sardenya entre Roselló y Provença, según testigos presenciales, que también hablan de un fuerte contingente policial acordonando y evacuando las inmediaciones del templo de Gaudí.

Los policías desplegados han obligado a cerrar los establecimientos comerciales más próximos y han dado orden de confinamiento a los vecinos.