La voz del nuevo ministro de Asuntos Exteriores se escucha en la Unión Europea con un respeto y reconocimiento inversamente proporcional al que le profesa el independentismo catalán, fruto del verbo cada vez más afilado que le ha dedicado este ingeniero aeronáutico y doctor en Economía, que ha incluido algún que otro exabrupto. Josep Borrell Fontelles (La Pobla de Segur, 1947) regresa al Gobierno 22 años después de haber dejado la cartera de Obras Públicas tras la caída de Felipe González. Dos décadas en las que ha llegado a presidir el Parlamento Europeo.

Los contactos de Borrell en las instituciones comunitarias le pueden servir al Ejecutivo de Pedro Sánchez como un sólido contrapeso a los altavoces del secesionismo, que ha hecho de la internacionalización de su causa una de sus principales obsesiones. En Europa tendrá ocasión de explicarle «las cuentas y los cuentos de la independencia», como rezaba el título de un libro, escrito junto con Joan Llorach en el 2015, que intentaba desmontar con cifras y documentos las «fábulas» del independentismo. Llevaba tiempo apartado de la política, pero se confesaba hastiado de replicar tantas «mentiras» y había decidido hacer campaña.

Aquel libro le abrió las puertas de muchas tertulias y debates en los que fue acentuando su perfil más combativo, atreviéndose incluso a poner contra las cuerdas al correoso exvicepresidente del Govern Oriol Junqueras. A Borrell recurrió Miquel Iceta como comodín en la campaña de las últimas elecciones catalanas, tras haber sido la cara visible del PSC en la gran manifestación de Societat Civil Catalana, el pasado 8 de octubre, en la que pidió no hacer boicot a los productos catalanes y reclamó a Carles Puigdemont que no empujase el país «hacia el precipicio». Los socialistas confiaban en su vehemencia para ganar terreno a Ciutadans, pero su llamada a «desinfectar las heridas del ‘procés’ antes de coserlas» les resultó contraproducente.

La sintonía entre Borrell e Iceta viene de lejos. El primero no olvida cómo el segundo le ayudó en 1998 a recabar los apoyos que le auparon en las primeras primarias de un partido político en España. Venció en la batalla a Joaquín Almunia, pero los felipistas acabaron ganando la guerra forzando la caída de Borrell cuando se destapó el fraude fiscal de un estrecho colaborador suyo, Josep Maria Huguet, que acabó condenado. Truncada su trayectoria política en España, en el 2004 el PSOE le repescó como candidato a las europeas y acabó presidiendo la Eurocámara y elaborando la nonata Constitución Europea.

Su paso a la empresa privada, concretamente a la eléctrica Abengoa, tras el periplo europeo no estuvo exento de algún sobresalto. La Audiencia Nacional admitió una querella contra todo el consejo de administración por falsear las cuentas de la firma, pero el juez solo actuó contra el presidente y el consejero delegado, sin llegar a imputar a Borrell, quien sí tuvo que declarar como testigo en el juicio.