Si existiera un club del adelanto electoral, Grecia sería seguramente uno de los socios más privilegiados de los últimos años. La cuna de la democracia hizo gala de esta faceta y convocó elecciones en mayo y junio del 2012, y en enero y septiembre del 2015. Pero no por vicio.Los sucesivos rescates europeos a los que el país ha sido sometido (el primero de ellos se produjo en 2010) dibujaron un panorama parlamentario fragmentado, terminando con la tradicional alternancia en el poder entre la derechista Nea Demokratia (ND) y el socialista PASOK.

En noviembre de 2011, el economista Lukas Papadimos se puso al frente de un gobierno de coalición nacional que incluía tanto al PASOK como a ND y a los ultraderechistas de la Concentración Popular Ortodoxa. Se trataba de un ejecutivo de transición que tenía que aprobar medidas económicas de urgencia. Las elecciones de mayo del 2012 lo finiquitaron, pero el resultado de éstas estuvo lejos de ser concluyente. Un mes después, Grecia acudía de nuevo a las urnas después del fracaso en la formación de gobierno a través de pactos políticos entre varias formaciones. Los acuerdos sí fructificaron entonces y Andonis Samarás atrajo al PASOK a un gobierno liderado por su ND en lo que fue la puntilla de un partido socialista ya en caída libre.

Cuando la agrupación izquierdista Syriza del actual primer ministro heleno, Alexis Tsipras, se hizo con una victoria en los comicios legislativos de enero del 2015, este tuvo que recurrir a los derechistas de ANEL para poder gobernar. Las expectativas estaban muy altas y, como suele suceder en estos casos, no se cumplieron: Tsipras convocó un referéndum el 5 de julio del 2015 para consultar al pueblo griego si aceptar o no las condiciones de un nuevo rescate. Ganó la opción que lo rechazaba, pero el Ejecutivo no tuvo margen de maniobra yBruselas le hizo pasar por el aro del rescate. Las divisiones internas en Syriza al respecto hicieron que Tsipras perdiera la mayoría parlamentaria que le permitía gobernar, lo que desembocó en la convocatoria electoral del 20 de septiembre. El resultado fue más modesto para los dos socios de gobierno: Syriza y ANEL. Sin embargo, ambos grupos aún sumaban suficiente mayoría como para gobernar.

VISIONES DISPARES Y EL CONFLICTO KURDO

En su vecino oriental, Turquía, también se produjo una repetición electoral el pasado año. Tras las elecciones del 7 de junio, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas turcas, fundado por el presidente del país, Recep Tayyip Erdogan) perdió la mayoría absoluta que disfrutaba desde las elecciones generales de 2002. La irrupción del izquierdista y pro-kurdo Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP) en el hemiciclo rompió esa hegemonía del AKP, pero los tres partidos opositores (el ultranacionalista MHP, el socialdemócrata laico CHP y el citado HDP) no lograron acordar una coalición gobernante, en parte por sus dispares visiones políticas.

Apenas un mes después de esa cita electoral, el proceso de pazentre la guerrilla kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y el Gobierno turco llegó a un abrupto final y comenzaron los enfrentamientos entre ambos bandos. Analistas locales opinaron entonces que el PKK había reaccionado así en perjuicio del movimiento político pro-kurdo, liderado por el HDP, por cuyo surgimiento se verían amenazados. Por su parte, el gobierno del AKP explotó de manera electoralista los vínculos entre el HDP y el PKK para deteriorar la imagen del primero. El AKP se presentó entonces como el único garante de la estabilidad en el país, al tiempo que azuzaba una violenta campaña para reprimir la insurgencia del PKK en el sudeste del país, zona de mayoría kurda y donde opera principalmente el citado grupo.

El 1 de noviembre Turquía repitió elecciones y el AKP recuperó la mayoría absoluta. La violencia en el sudeste del país eurasiático, sin embargo, no ha cesado. Desde entonces, Turquía ha visto cómo se reducía la libertad de expresión y prensa de manera alarmante.