La severa derrota infringida el pasado domingo en las primarias socialistas ha motivado que Susana Díaz se haya replegado en Andalucía. La presidenta autonómica ha regresado a su zona de confort, la gestión institucional, un espacio sin sobresaltos donde lamer sus heridas. La orden recibida por los suyos estos días es clara: no poner trabas en lo orgánico a Pedro Sánchez a cambio de que tampoco el nuevo secretario general las ponga en Andalucía. Ahora toca centrarse en mantener el poder en el principal feudo del PSOE, donde las encuestas apuntan a que el PP -que ya no necesita mayoría absoluta por la fragmentación parlamentaria—le pisa los talones.

Díaz ha decidido no perder ni un minuto y enfocarse en la única baza que le queda, ser presidenta de la mayor región que gobierna el PSOE, para lo que necesita cerrar las fisuras abiertas durante las primarias. De ahí que el mismo lunes, sin haber llegado siquiera a Sevilla, ya hubiera convocado a sus barones provinciales para adelantar un congreso regional previsto inicialmente para septiembre.

El objetivo es reforzarse y pillar desagrupados a sus críticos, que superan el 30 por ciento y suponen un dolor de cabeza en Cádiz o Málaga. Díaz convocó a su ejecutiva regional para trasladarles el adelanto, expresar públicamente su apoyo a la nueva dirección y sofocar cualquier posible conato de ‘susanismo’. “Todo lo que haga (Sánchez) me parecerá bien”, zanjó. Sin embargo lasescaramuzas se han producido al elegir a los delegados que irán alcongreso federal, y donde los sanchistas han exigido su cuota de representación. Tras la orden de paz de la dirección regional del PSOE, las listas han sido de integración.

AMARRAR LA ESTABILIDAD

Fuera de lo orgánico, Díaz ha querido desarmar a quienes la acusan deparálisis institucional. El martes celebró el consejo de Gobierno y anunció para principios de junio el debate sobre el estado de la Comunidad, y al día siguiente calmó a Ciudadanos, que en campaña condicionó el apoyo de la investidura a que hubiera una acción de gobierno efectiva. Díaz amarró la estabilidad del Ejecutivo comprometiéndose a poner en marcha ya la reforma electoral y la eliminación de los aforamientos. “Somos un partido de fiar”, justificó, aludiendo al “satisfactorio” nivel de ejecución del acuerdo con C’s.

Ese mismo día congregó a su grupo parlamentario, que la recibió con un rotundo aplauso, y le apremió a “redoblar esfuerzos para que los ciudadanos vean con claridad que el partido que mejor defiende los intereses de Andalucía es el PSOE y a la vez lo vean para el conjunto del país”. Y apostó de nuevo por Andalucía como laboratoriosocialista en servicios sociales y estado del bienestar, con una nueva Ley de Voluntariado aprobada el martes y que ella misma presentó el viernes

La semana aún deparaba el jueves el trago más duro: sesión de control en el Parlamento frente a una oposición que no ha dejado de reprocharle que Andalucía ha sido el segundo plato. Pese al irónico “bienvenida” con que la recibieron, tanto IU como Podemos pasaron de puntillas sobre el tema, y solo el PP usó su munición contra la presidenta “ya ex invicta” que “vuelve a Andalucía a rastras porque le han dado con las puertas en las narices”. Díaz no se dio por aludida y recuperó el lema de campaña: un partido ganador. “Los hay que a veces ganamos y perdemos usted las pierde todas”, espetó, asegurando que no considera una “deshonra perder por defender aquello en lo que creo”.