Lo que comenzó como una ocurrencia, que se viralizó en las redes sociales, ha atravesado las pantallas para institucionalizarse. Tabarnia, el ideal que pone nombre a la reivindicación de la secesión del territorio con mayoría constitucionalista del resto de comarcas catalanas donde domina el independentismo, ya se ha constituido públicamente como una plataforma cívica para pasar de la sátira virtual a la movilización en las calles.

Sus promotores manifiestan que el pueblo tabarnés «ha desconectado» de la Generalitat y que su propuesta «ya no es una utopía», sino «una de las grandes amenazas para el independentismo». Y avisan de que si la hoja de ruta del procés sigue en pie, acabarán convirtiendo Tabarnia «en lo que ya es: una realidad».

Se desdicen de ser una broma y se bautizan como la «respuesta natural de un pueblo» que representa a la «disidencia silenciada» y que pretende hacer frente al «apartheid ideológico impulsado por el separatismo».

Su propósito es dejar de ser una chanza que emula los hitos y figuras del proceso secesionista. Pero actúan como su reflejo, crean insignias propias e instituciones formales en las redes sociales (como las cuentas de Twitter Junts per Tabarnia o Podemos Tabarnia) y hasta han constituido su propio gobierno con la necesaria investidura de su presidente «en el exilio», el actor Albert Boadella.

Eso sí, sus portavoces dejan claro que Tabarnia no es una república, «es Cataluña y es el reino de España» y que su afán no es crear un nuevo Estado, sino evitar una eventual desconexión de los tabarneses de España. Rechazan convertirse en una formación política porque «apoyan los partidos que respetan la ley».

Boadella se reivindica presidente de Tabarnia en el exilio, argumentando que fue sometido a un «consejo de guerra» y encarcelado por denunciar la «presión nacionalista». Según los promotores de la iniciativa, fue investido por una comitiva que viajó a Madrid la semana pasada.

El también dramaturgo irrumpió ayer vía Skype en la rueda de prensa de presentación del colectivo en el Colegio de Periodistas de Barcelona y realizó su primera comparecencia pública como presidente. Dominó los televisores al clamor de «Ciudadanos de Tabarnia, no soy aquí», parafraseando al expresident Josep Tarradellas y emulando escenográficamente a Carles Puigdemont, aunque con las banderas de la Unión Europea, España y Tabarnia detrás del atril.

En su discurso, Boadella acusó a los independentistas de «hacer irrespirable» el ambiente en Cataluña tras «destrozar familias, amistades y negocios» para «llevarles a la ruina más absoluta». «¡Basta!», enfatizó contra «tantos capullos disfrazados de segadors», a quienes culpó de «envenenar la cabeza de los niños» y de «incitar el odio al vecino». Pero afirmó que, «afortunadamente», la Moreneta les ha iluminado y los ciudadanos de Tabarnia han iniciado «el renacimiento del sentido común».

Boadella se autodenominó un «payaso», pero puntualizó que «al lado» de los independentistas él es «un modesto aprendiz», ya que considera que han hecho del Parlament «el auténtico Teatre Nacional de Catalunya». Y zanjó, elocuente: «En Tabarnia se puede ser libre sin ser perseguido como traidor, cabemos todos. Viva Tabarnia, que es lo mismo que decir Viva España».