En la biblioteca de la universidad privada Camilo José Cela -a 30 kilómetros de Madrid- se pide la vez. Como en la charcutería. ¿Detrás de quién voy? Las dos bibliotecarias no han perdido la sonrisa. Están abrumadas con la presencia de reporteros, pero siguen atendiendo con amabilidad a cada uno que llega y pregunta si puede leer la tesis doctoral de Pedro Sanchez. Sí, se puede. Tienes que rellenar un papel con tu nombre completo, DNI y el motivo de tu interés. ¿Solo los periodistas la pueden leer? No, cualquiera. Una vez cumplimentado, las bibliotecarias ponen el papel en el generoso montón de solicitudes y te dicen que tienes que esperar. ¿Cuánto? Ni idea.

No hay un tiempo para echar un vistazo a la tesis. Un periodista -o quien sea- puede estar tres horas. Y otro, cinco minutos.

Calificada con la máxima nota por parte del tribunal, la tesis -del año 2012- no se puede fotocopiar. Ni escanear. Ni fotografiar. Solo leer -342 páginas incluida la bibliografía- y tomar notas. Previo permiso del gabinete de prensa, se pueden tomar fotografías generales de la biblioteca. Solo hay dos ejemplares en papel para consulta pública. Según lo dictaminó así su autor en su día, el volumen no está disponible en formato digital. Sánchez estaba en su derecho. La ley ha cambiado y desde hace unos años es obligatorio la copia digital pública (con una demora máxima de dos años). El maremoto ha cogido tal dimensión que la vicepresidenta del Gobierno ha anunciado esta mañana que estará on line en breve.

Mientras, en la biblioteca de la Camilo José Cela no hay estudiantes. Normal que no haya alumnos porque el curso no empieza hasta el día 17. La sala está presidida con una frase de Einstein: «No consideres el estudio como una obligación». Vigilantes de seguridad y personal de prensa de la universidad pasean por las inmediaciones del campus y tiene el típico look de universidad estadounidense, inundado por campos de césped y edificios bajos.

En dos días, casi 30 personas -la mayoría, periodistas- se han acercado a la universidad para echar un vistazo a Innovaciones de la diplomacia económica española: análisis del sector público (2000-2012). Ante la avalancha de reporteros, la biblioteca ha ampliado su horario. Abre a las 8.00 y cierra a las diez de la noche en lugar de las ocho de la tarde. Las bibliotecarias no saben si se les pagará las horas extras.

También se han colado curiosos, como un catedrático de Economía. «Me he acercado por curiosidad. En un vistazo rápido no se puede dictaminar si ha habido plagio o no. Necesitaría estar, como mínimo, 10 o 14 horas leyéndola», afirma.

Efectivamente, leer la tesis lleva su tiempo. Entenderla tampoco es fácil. Tienes que ser un experto en diplomacia económica, entre otras cosas. Dividido en 10 capítulos, el trabajo finaliza con unas conclusiones y una larguísima bibliografía, que va de la página 324 a la 342 y en la que se citan autores extranjeros y españoles. También todo tipo de libros y documentos, incluidos -por sorprendentes que parezcan- el acta fundacional de la Asociación Española de las ciudades de la cerámica y el libro blanco del deporte de la Comisión europea del 2007. Las referencias a otros estudios inundan cada página de la tesis: más de 400. Y cada una remite al autor, al título y la fecha.

En las primeras páginas, Sánchez enumera los objetivos de su investigación: identificar innovaciones, comprobar si las medidas de la diplomacia económica impulsadas por el sector público son semejantes a las realizadas en otros países, así como investigar si han resultado efectivas para la internacionalización de la economía española.

En el capítulo de conclusiones, asegura que «resulta necesario concebir una diplomacia económica con márgenes más amplios, que ensanche su horizonte de actuación hacia terrenos como la globalización de la economía, la seguridad económica y la sostenibilidad global». Eso, termina asegurando que es solo una «humilde contribución».